miércoles, 21 de marzo de 2012

LA NOCHE DEL CAZADOR, de Davis Grubb

"Es una hermosísima novela, una fábula gótica ambientada en el Sur, es el hombre del saco, es el mismo rio que el de Mark Twain y es Robert Mitchum en el papel de su vida, porque el predicador endomingado cantando sus salmos salta del celuloide a la novela como si fueran un todo."

"Creo que es uno de los pocos casos en que la pelicula iguala al libro, en descripcion de personajes y la atmosfera (como bien decia Alba) de cuento de hadas que es el mundo de la infancia para los niños, torcido primero por la muerte del padre y luego por esa invasion maligna que resulta ser el extranjero (en este caso el falso predicador, interpretado magnificamente por Mitchum). "


http://www.sedice.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&t=16882


Son los duros años de la Depresión y Ben Harper, un padre de familia que un día se hartó de tanta miseria y asaltó un banco, espera en la cárcel a que lo ejecuten. Habría obtenido una pena menor si hubiera dicho dónde escondió el dinero, pero se ha negado obstinadamente a confesarlo. Comparte celda con Harry Powell, conocido como el Predicador, un enigmático personaje que lleva tatuadas las palabras «amor» en los dedos de una mano y «odio» en la otra, y está detenido por un delito menor. Ben está casado con Willa y tiene dos hijos, John y Pearl. Los niños estaban con él cuando le detuvieron y saben dónde está el dinero del robo, pero han jurado no decirlo a nadie. Ben morirá en la horca y el Predicador, una vez cumplida su condena, llegará un día al pueblo donde malviven Willa y los pequeños John y Pearl... En 1955, Charles Laughton, un actor británico de inmenso talento, realizó la que sería su única película como director, La noche del cazador. Ominosa y hermosísima, la película es el resultado del afortunado encuentro de un grupo de talentos que coincidieron en una obra de arte mítica que ha fascinado desde entonces a generaciones de aficionados al cine. Robert Mitchum, en el cenit de sus dotes interpretativas, encarnaba al Predicador, y las magníficas Shelley Winter y Lilian Gish le daban la réplica. Pero en el origen de aquella película de culto estaba la espléndida novela de Davis Grubb, publicada en 1953. Notable combinación de realismo casi expresionista y fábula gótica, debe su encanto aterrador tanto a su atmósfera enrarecida y onírica como a su perverso suspense, propio de la mejor novela negra americana de la época...

LA PIEL FRÍA, de Albert Sánchez Piñol

Una muy buena novela, bien escrita y repleta de reflexiones morales. "La piel fría" es más que una novela de mosntruos (menos mal, porque me temía lo pero al empezar a leerla). Efectivamente, el libro trasciende la mera superficia fantástica para ofrecernos un profundo análisis del miedo e incomprensión que nos produce "lo extraño", aquí enfocado en la figura de las bestias marinas. Aunque a veces la novela se pierda en sí misma (justo al principio, el personaje divaga sobre su juventud como militar y esa parte sobra) y parezca un poco cargada (a veces parece que simplemente se querían llenar páginas con algunas reflexiones repetidas hasta la saciedad o los mil y un ataques de los monstruos explicados con todo lujo de detalle), es un libro bien construido, interesante y original. Algo difícil para los libros que se publican hoy en día. 
http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/ficha/6440#opinion_6440_2004_01_20T16_36_00

Publicada originalmente en catalán y luego traducida al castellano, Albert Sánchez Piñol escribió una novela sensacional de aventuras, acción y reflexión. Es una obra cortita, angustiosa y frenética. Un libro muy recomendable, fácil de leer y que ha sido toda una revolución en el mercado editorial catalán. Se ha traducido a treintaysiete idiomas.
http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/ficha/6440#opinion_6440_2004_03_28T22_02_00

Huyendo en parte de su pasado como activista del IRA, el protagonista llega a una diminuta isla perdida en el océano donde la única edificación es una cabaña del meteorólogo y un faro. Su primera sorpresa consiste en comprobar que el único habitante de la isla no sale a recibirle, pero pronto esto se convierte en un detalle sin importancia cuando descubre que el faro es periódicamente atacado por seres procedentes del mar cuyos objetivos nadie conoce. No tarda en unir esfuerzos con el defensor del faro, Batis Caffó, pero con el paso de los días, y sometido a la extrema tensión de los ataques nocturnos, empieza a replantearse su actitud hacia los supuestos monstruos marinos.

Comentaremos el libro el 22 de marzo de 2012
 

miércoles, 23 de febrero de 2011

ESTAMOS DE VUELTA (aunque no nos habíamos ido)

En la anterior entrada Gonzalo, el coordinador del club y administrador de este blog, anunciaba su despedida. Las nuevas obligaciones profesionales de Gonzalo son difíciles de compatibilizar con su presencia activa en el club de lectura de Socovos, por lo que decidimos (Antonio, el bibliotecario, y Juan, el que suscribe) continuar con una experiencia que estaba siendo gratamente provechosa para los miembros del club.
Iniciamos en noviembre la temporada 2010 -2011 sin la presencia de Gonzalo ni de Cecilia, pero hasta el día de hoy no nos habíamos lanzado a retomar la actividad de este blog, por lo que esta entrada va a servir necesariamente de resumen de lo que hemos hecho hasta ahora.
Ya hemos leído OTRA VEZ DOMINGO, de Francisco García Pavón, LO QUE ESCONDE TU NOMBRE, de Clara Sánchez, NUBOSIDAD VARIABLE, de Carmen Martín Gaite y UNA LECTORA NADA COMÚN de Alan Bennett.



viernes, 14 de enero de 2011

El club continúa, este blog se cierra

Por traslado de los moderadores a una ciudad muy distante de Socovos, este blog se cierra. Afortunadamente, la actividad del grupo de lectura continúa con la participación de un nuevo moderador de notable experiencia. Por parte de Cecilia y Gonzalo, queremos daros las gracias a tod*s por vuestro entusiasmo lector y vuestro cariño. ¡Han sido unos años fantásticos!

lunes, 17 de mayo de 2010

Muerte accidental de un anarquista, de Darío Fo

Mediada su carrera, en 1970, Darío Fo puso en escena la Muerte accidental de un anarquista, obra que, aun sin abandonar un claro carácter de farsa, camina ante todo por terrenos políticos. Se denuncian las malas artes de la policía (en los interrogatorios y hasta el asesinato de los sospechosos, presentado luego como suicidio) y de los grupos fascistas (que ponen bombas, se dice, para que se culpe a los anarquistas) y se critica la complacencia de los ciudadanos con el ruido, poco interesados en una verdadera reforma social.

Parece significativo que la traducción española se haya publicado en una editorial de compromiso político claro, como es Hiru. Su colección Skene cuenta en estos momentos con 67 títulos (muchos de ellos, de autores de prestigio evidente), y BreveSkene, con 11. Independientemente de que uno esté de acuerdo o no con el planteamiento general de cada editorial, desde mi punto de vista siempre es una buena noticia que haya editores comprometidos.

En la Muerte accidental, como en otras obras de Fo, el verdadero protagonista y motor de la acción es un marginado social, alguien descrito como un «loco». En realidad, sin embargo, el protagonista demuestra (además de una divertida habilidad carnavalesca, cada vez más exagerada) gran capacidad de adaptación a las circunstancias. El «loco» ha sido siempre un personaje importante en el teatro; en Shakespeare hay varios locos conocidos por su ingenio (de formulación enrevesada, pero sin pelos en la lengua).

Los otros personajes son policías, que incurren en contradicciones y renuncias una y otra vez, pero que, aun tras descubrirse la verdad, se saldrán con la suya (al ver que Bertozzo puede sacar la mano de las esposas comprenderemos, de un modo puramente gestual y teatral, quién ha arrojado al loco por la ventana). La última figura clave es la de la periodista, tan astuta como, probablemente, falta de escrúpulos y ética sincera.

Gracias a la BPE de Albacete por prestarnos los ejemplares.

jueves, 13 de mayo de 2010

La metamorfosis, de Franz Kafka

Leemos un gran clásico de la literatura universal, La metamorfosis, de Franz Kafka, en la traducción de José Rafael Hernández Arias (editorial Siruela; gracias a la biblioteca Fernán Caballero, de Cuenca, por prestarnos los ejemplares).

Se trata de una edición curiosa, puesto que no se enmarca en una serie de literatura, sino en una «colección escolar de filosofía». Sacar a los libros de su contexto «natural» (con todas las prevenciones que se puedan tener, dado que hablamos de cultura, no de naturaleza) tiene el inconveniente de oscurecer algunos aspectos, pero la doble ventaja de iluminar otros y de dar nueva vida a los clásicos (justamente la calidad que los convierte en clásicos: que podamos releerlos generación tras generación y sigan teniendo sentido para sus lectores).

La editorial presenta el libro así: «¿Tiene algún sentido la vida de un ser humano? ¿Y mi propia vida? El siglo XX comenzó en Europa con la conciencia de que todo un orden social se estaba desmoronando y de que había llegado el momento de cambiar profundamente las cosas. Escritores como Franz Kafka supieron reflejar esa situación y señalar sus rasgos más característicos: los seres humanos están perdidos en las redes de una sociedad cada vez más compleja, más tecnificada y más burocratizada. Dar sentido a la propia vida ya no es tan sencillo y todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad en la búsqueda de respuestas, aunque la existencia humana parezca absurda y la aparente normalidad de la vida cotidiana trate de ocultar la sinrazón dominante.»

viernes, 16 de abril de 2010

La bodega, de Noah Gordon


Después de las risas que nos causó Darío Fo con sus disparates teatrales, vamos ahora con una novela histórica, La bodega, de Noah Gordon. Ambientada entre 1870 y 1876, tiempo de revolución en el siglo XIX español, con guerras carlistas, el asesinato de Prim o el breve acceso al trono de Amadeo de Saboya, se centra en una figura humilde y trabajadora, Josep, viñero —y más adelante, vinatero— del ficticio pueblo de Santa Eulàlia, en el Penedès, es ante todo una novela de crecimiento personal, casi una bildungsroman.

Josep es el segundo en un sistema familiar que lo cede todo al primogénito (en este caso, su hermano Donat). Las viñas heredadas no poseen gran valor, pues el descuido con que se las trata apenas da para un vinagre de segunda. Donat las venderá a su hermano —en condiciones bastante duras, por sugerencia de su esposa, Rosa— y marchará a trabajar a una fábrica textil. En ese punto, Josep ya ha aprendido a cuidar mejor las tierras, tras varios años pasados en Francia, donde ha tenido que huir cuando cierto Peña, que se presentaba como sargento carlista, les dio una supuesta instrucción militar que en realidad se aprovechó para matar a Prim. Acto seguido, Peña fue dando muerte a todos los implicados; Josep y un amigo lo vieron a tiempo y lograron huir, aunque la amenaza queda ahí y habrá que solventarla antes de que termine la novela.

Las cuestiones amorosas (románticas, incluso) tienen su peso. Josep confiaba en volver al lado de Teresa, pero su larga ausencia provoca que ella se case con otro. ¿Él, que la quería, la ha abandonado? ¿La habrá hundido en la miseria? ¿Acabará como la prostituta local, Renata, enferma del chancro y en manos de un proxeneta sin escrúpulos? Al regresar al pueblo conocerá mejor a Marimar, mujer seca y valiente, que debe ocuparse de un hijo cojo en soledad (por la muerte, tras el atentado, de otro de los habitantes locales, y el maltrato de los hombres que ha conocido con posterioridad). Paso a paso, Marimar va desmontando la muralla que la separa de Josep y cualquier otro, mientras Josep, a su vez, aprender a quererla. Otro caso famoso en el pueblo es el de Quim Torras, viñero descuidado y pareja del sacerdote local, hasta que la malquerencia del alcalde castiga a este a otro destino. Quim le venderá las tierras a Josep y, no sin mucho esfuerzo de este, lo pondrá en camino de fundar su propia bodega.

Como en toda novela histórica, se presta atención a una ambientación local con rasgos curiosos para quien no esté al cabo de ellos; aquí, además de las técnicas de cultivo y cuidado del vino, el mundo de los castellers, las torres humanas colectivas de tradición catalana.

En los foros literarios de la red, la acogida de la novela parece ser algo tibia, al menos en comparación con El médico. En nuestro club la leemos por recomendación de los miembros del grupo, en cualquier caso, varios de los cuales la recomiendan con entusiasmo. Gracias a la biblioteca de Burguillos por prestarnos amablemente sus ejemplares.

jueves, 4 de marzo de 2010

Juan Marsé: Rabos de lagartija

"Hay en su mirada y en su voz susurrante un amago de súplica que ella percibe e interpreta emocionalmente, como siempre. De algún modo le llega el perfume de la verdad, aunque los hechos no se ajusten a la verdad. Y en esta ocasión acierta. Hoy sé que la soledad y la pobreza vividas durante unos años y asumidas ambas sin amargura conformaron la sensibilidad de mi madre, su secreta armonía con el mundo, incluidos sus letargos y su indócil sexualidad; lo pienso siempre que me siento desvalido y solo ante cualquier enigma de la vida, y al conjuro de este pensamiento ella acude con el milagro de su indefensión y su fortaleza. A su modo, David había asumido esa contradicción: como si supiera que la verdad no existe, que solo existe el deseo de encontrarla, luchaba no contra ella, sino contra la fragilidad de su apariencia." (336)

miércoles, 20 de enero de 2010

Juan Marsé: Cronología



1933:
Nace en Barcelona el 8 de enero, como Juan Faneca Roca, pero al quedar huérfano de madre en el mismo parto es adoptado por el matrimonio Marsé.

1934-1946:
Sus primeros años transcurren entre Barcelona y dos pueblos de la provincia de Tarragona donde vivían sus abuelos, Sant Jaume dels Domenys y Arboç del Penedés. Asiste al Colegio del Divino Maestro. Mal estudiante, pasa casi todo el tiempo jugando en la calle y descubriendo los escenarios que más tarde conformarían su particular universo literario. A los 13 años empieza a trabajar como aprendiz de joyero.

1947-1959
Gracias a una amiga, Paulina Crusat, publica sus primeros relatos en la revista Ínsula dirigida por José Luis Cano. Esos años trabaja de ocho a tres en el taller de joyería y por las tardes se saca unos duros en una revista de cine, de vida efímera, que se llamó Arcinema. Descubre la vida bohemia. A instancias también de Crusat, manda un cuento al Premio Sésamo y lo gana. Durante el servicio militar en Ceuta, a los 22 años, comienza a planear su primera novela, Encerrados con un solo juguete. La termina unos años más tarde, en 1958, y la presenta al Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, donde queda finalista y acaba publicada “con honores de premio”.
  

1960-1966
Siguiendo el consejos de Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral se marcha a París donde ejerce como “garçon de laboratoire” en el Departamento de Bioquímica Celular del Institut Pasteur. También traduce guiones de películas franco-españolas y da clases de español a Teresa, la hija del pianista Robert Casadesús, que prestaría su nombre a la más célebre de sus novelas. A su vuelta de París, en 1962, publica su segunda novela Esta cara de la luna, hoy repudiada por su autor y descolgada del catálogo de sus obras completas. Comienza su relación con el PCE. Vuelve a Barcelona. Publica Últimas tardes con Teresa que le vale finalmente la concesión del Premio Biblioteca Breve en 1965.

1967-1974
Instalado en su vocación de novelista, abandona el taller y la redacción de Arcinema y se casa con Joaquina Hoyas, una extremeña de Trujillo. Se gana la vida escribiendo publicidad, solapas para algunos libros de Editorial Planeta y diálogos cinematográficos (no guiones) junto a Juan García Hortelano, gran amigo suyo. En 1970 se hace redactor jefe de la revista Bocaccio. Publica sin excesivo éxito La oscura historia de la prima Montse, novela que descubriría las claves del universo literario que ha seguido cultivando hasta la fecha, y comienza una novela en la que se propone rescatar su infancia. Si te dicen que caí se convertirá en su otra gran obra de madurez. Censurada en España, Marsé se ve obligado a publicarla en México, donde recibirá el Premio Internacional de Novela. En 1974, comienza a publicar en la recién estrenada revista Por favor una columna de retratos literarios de personajes de actualidad: actrices, políticos, damas y damiselas de sociedad que tendrán un gran éxito.

1975-1978
Realiza algunos trabajos para el cine -frecuentemente con Jaime Camino-, que el escritor define como “rigurosamente alimenticios y sin el menor interés artístico”. En 1978, con La muchacha de las bragas de oro, Marsé gana el Premio Planeta y con él varios miles de lectores.

1979-1986
Continúa alimentando su sugerente visión de la Barcelona de la posguerra con Un día volveré (1982) y Ronda del Guinardó (1984). En 1984 sufre un infarto que hace necesaria una complicada intervención quirúrgica. Sin embargo, a los dos años volverá a publicar, esta vez una colección de relatos bajo el título de Teniente Bravo (1986).
   
1987-1997
La década de los 90 supuso la consagración definitiva del escritor barcelonés con la recepción de numerosos galardones literarios. En 1990 fue destacado con el premio Ateneo de Sevilla por El amante bilingüe. En 1994 El embrujo de Shanghai le valió el prestigioso Premio de la Crítica y el Aristeión, galardón que concede la Unión Europea a los dos mejores libros de creación y traducción de entre todos los publicados en sus países miembros y lenguas respectivas. En 1997, es galardonado con el premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe, el más prestigioso de Latinoamérica, dotado con 15 millones de pesetas.

1998-2000
Tras siete años de silencio, Marsé publica Rabos de lagartija, novela que la crítica ha saludado de manera entusiasta como un regreso al mundo narrativo de la Barcelona urbana y otras obsesiones del autor.

2001-2004
Rabos de lagartija recibe el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa a la mejor novela publicada el año anterior. En 2002, Espasa publica una concienzuda edición de Cuentos completos, que reúne todos los relatos escritos por Juan Marsé desde 1957, y que fueron apareciendo en las páginas de distintas publicaciones como Destino, El Urogallo, Rumbos o La Vanguardia. Seix Barral rescata La gran desilusión, un “libro personal”, escrito originalmente en los setenta, que recorre las décadas de los treinta y cuarenta a través de “una especie de miscelánea de imágenes y recuerdos que remitían tanto a noticias y fechas históricas como a vivencias, modas y costumbres vinculadas al acontecer cotidiano, a la memoria popular de una época”.

Firmin, reseñado en Babelia

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«Sam Savage, un antiguo y valleinclanesco profesor de filosofía de Yale, pescador de cangrejos en South Carolina, mecánico de bicicletas y escritor frustrado, un alternativo con la cabeza muy bien amueblada, se autorretrata como un ratoncito de Boston que se alimenta de los libros que se apilan en el sótano de la librería de viejo Norman y que aspira a convertirse en un gran autor, todo un irónico y tierno homenaje a los lectores empedernidos de buena voluntad (que no a las ratas de biblioteca), y poderosa metáfora de las virtudes redentoras de la lectura. Firmin, librito delicioso donde los haya, también es un viaje iniciático por el mundo del libro y de la ficción de la mano de su insólito protagonista, y una máquina de guiños literarios sin duda estimulante, que se pone en funcionamiento en la primera página, cuando el ratoncito Firmin, cónsul de las letras bautizado no por azar como aquel Geoffrey Firmin de Bajo el volcán, de Lowry, se obsesiona con el comienzo de la crónica de su vida que está componiendo en su cabeza, reclama para sí el talento de tipos como Nabokov, capaces de abrir una novela con frases brillantes como “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas”, saca del cajón el viejo tópico del escritor bloqueado y de los beginnings, y arranca su extenso monólogo interior desde las catacumbas de la soledad, la marginación —rata que veas leer, déjala correr, se dicen sus congéneres— y el lento aprendizaje de la decepción (uno de sus arranques favoritos es aquel impactante “ésta es la historia más triste que jamás he oído”, de El buen soldado, de Madox Ford), un monólogo que Savage construye sobre el modelo del primer capítulo, “La ratonera”, de las Memorias del subsuelo (1864) de Dostoievski, la crónica personal que un proscrito le cuenta a un lector imaginario en un apóstrofe de doscientas páginas.
Firmin vive literalmente de los libros, que digiere a la vez en su estómago y en su cerebro, convirtiéndose de forma paulatina en un humano encerrado en el cuerpo de una rata, que reescribe el Retrato del artista adolescente (en inglés leeríamos en realidad A portrait of the artist as a young rat), y que a fuerza de morder y deglutir páginas se vuelve un crítico literario de envidiable talento, capaz de atropar autores como Carson McCullers, el Joyce de Finnegans Wake, Tolstói, George Eliot, Proust o el Dickens de Oliver Twist, con cuya legendaria desgracia siente empatía el bueno de Firmin, a la vez que suscribe con ironía la necesidad de un canon (repitiendo una y otra vez “éste es uno de los Grandes”) y pasa revista con delicioso humor a los tópicos del mundillo literario, el bourbon hasta altas horas junto a una Underwood, autores firmando ejemplares, ediciones de bolsillo del Henry Miller más obsceno llegadas por contrabando desde París o editores rechazando magníficos originales de tres al cuarto. El monólogo de Firmin atraviesa párrafos de divertida dietética libresca —¿Scott Fitzgerald tal vez más agridulce que D. H. Lawrence?— y de una entrañable picaresca de la supervivencia que une a nuestro roedor de palabras con las tribulaciones de Lennie y de George, aquellos roedores de mendrugos de De ratones y hombres (1937), de Steinbeck. Firmin no soporta ni a Micky Mouse ni a Stuart Little (con Ratatouille, en cambio, harían sopa de letras), pero se tratan como hermanos con el infalible librero Norman (“nunca le ponía Peyton Place en las manos a alguien que habría sido mucho más [feliz] con El Doctor Zhivago”) y traba una amistad de cuento de hadas con el rechoncho Jerry Magoon, un escritorcillo de ciencia-ficción con el que escucha a Charlie Parker a todo trapo y ve películas en tecnicolor, y que recuerda sin esfuerzo a Kilgore Trout, aquel estrafalario escritor de serie B concebido por Kurt Vonnegut, cuya obra, con la farsa de la creación que tituló El desayuno de los campeones a la cabeza, estuvo muy presente en la memoria de Savage mientras redactaba Firmin. Nuestro letraherido ratoncito quisiera ser personaje de todas las novelas que le han encandilado y, como Alicia en el País de las Maravillas, ve en la ficción una válvula de escape de la rutina de la vida, nos contagia sin remedio esa visión y, siendo en ocasiones Anna Frank y a veces Fred Astaire, disfrazándose de Gatsby y de bostoniano de Henry James vuelto del revés, Mr. Firmin nos conmueve para siempre con sus lecciones de humanidad, sentido del humor y aguda sátira de nuestro loco mundo, nos empuja a leer aún más y nos impide volver a gritar ¡malditos roedores!»

Firmin, de Sam Savage


Firmin. Aventuras de una alimaña urbana, de Sam Savage, es de esas novelas que nos propone contemplar lo que describe —aquí, el mundo de los libros y la ciudad (y las miserias) de los hombres— desde una perspectiva distinta. Como aquel viajero persa que viajaba por nuestra cultura, la observaba desde su punto de vista y se sorprendía e iba escribiendo las Lettres persanes que nos transmitieron el pensamiento ilustrado de Montesquieu (o igualmente, nuestras Cartas marruecas), en esta ocasión hallamos un punto de vista animal —una rata que bien podríamos denominar «devoralibros» y a la vez «libresca»— y, metafórica y literariamente, extraterrestre —de acuerdo con la novela escrita por un personaje, protagonizada por las inteligentes babosas del planeta Axi 12, metamorfoseadas por error en ratas—.

«No tienes que creerte los relatos para que te gusten. Me gustan todos. Me encanta la progresión del planteamiento, del desarrollo y del desenlace. Me encanta la lenta acumulación de significados, los brumosos paisajes de la imaginación, los recorridos laberínticos, las laderas boscosas, los reflejos en los estanques, los giros trágicos y los deslices cómicos. La única literatura que no soporto es la de ratas, incluidos los ratones. Me carga el Rata de El viento en los sauces, tan bondadoso y bueno. A Mickey Mouse y Stuart Little me dan ganas de mearles en la boca. Van por ahí arrastrando los pies, afables, primorosos, se me hincan en el gaznate como espinas de pescado.» (63)

«Los demás miembros de mi familia fueron afortunados, en cierto modo. Gracias a la enanez de su imaginación y el corto alcance de su memoria, no era gran cosa lo que pedían: más que nada, comida y fornicación, y de ambas dispusieron en cantidad suficiente como para ir tirando mientras les duró la vida. Pero eso no era vida para mí.» (80)

«Echar abajo una parte tan grande de la ciudad iba a ser muchísima tarea. Los edificios eran viejos y tenían las raíces profundas y no iban a marcharse por propia voluntad. De manera que el alcalde y el ayuntamiento emprendieron la búsqueda del hombre adecuado, alguien que comprendiera las dificultades de utilizar maquinaria pesada en edificios viejos y calles estrechas, y encontraron a Edward Logue. Lo llamaban el Bombardero, porque bombardero había sido durante la Segunda Guerra Mundial. A bordo de un B-24. De manera que conocía de primera mano el mayor proyecto de renovación urbana de la historia. Envío fotos de Stuttgart y Dresde al alcalde y los concejales y les dijo: “Yo puedo hacer lo mismo con la plaza Scollay”. Le dieron el encargo.» (92-93)

«Al succionarme las encías se me llenaba la boca de un sabor a sangre. Me imaginé muriendo. Fred Astaire, el gran bailarín, muriéndose. John Keats, el gran poeta, muriéndose. Apollinaire, delirante, muriéndose. Joyce muriéndose en Zúrich. Stevenson muriéndose en Samoa. Marlowe muriendo apuñalado. Lamentaba que no hubiera nadie delante para verme. Las bellas mariposas plegarían las alas y yo iba a morir como una rata cualquiera. ... Matarratas, o El amor traicionado. Todo lo que yo había creído firme y atado se desmoronaba ahora; y, sin embargo, al mismo tiempo me sentí renacer. Estaba dispuesto, como suele decirse, a volver página.» (120-121)

«Jerry fue el primer escritor verdadero que conocí y debo confesar que, a pesar de su bondad, me decepcionó. Como ya he dicho, yo, por aquel entonces, seguía siendo muy burgués, y Jerry no llevaba, de ninguna manera, la vida que según mis normas habría tenido que llevar. ... Yo siempre había imaginado que un verdadero escritor —como yo, en mis sueños— dedicaría gran parte de su tiempo a estar instalado en los cafés, sosteniendo ingeniosas charlas con gente chispeante y que de vez en cuando regresaría a casa con una chica de larga cabellera negra ... Lo imaginaba encerrado en su cuarto durante días, bebiendo litros de whisky en un vaso de Woolworth y tecleando en su Underwood hasta altas horas de la madrugada. Nunca iba bien afeitado, pero tampoco pasaba de una barba de dos días. Había cierta amargura escondida en la comisuras de su boca, y sus ojos tristes traicionaban un irónico je ne sais quoi. Jerry solo se ajustaba a esta descripción —muy remotamente— en lo que se refiere al whisky.» (147-148)
  • Sam Savage, Firmin. Aventuras de una alimaña urbana, editorial Seix Barral, Barcelona, 2007. Traducción de Ramón Buenaventura. Ilustraciones de Krahn.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La lluvia amarilla, de Julio Llamazares


Julio Llamazares (entrada en EPDLP) es un autor de obra diversa: poesía, ensayo, viajes, cuentos y novela. Sus novelas se caracterizan por un estilo poético, que en La lluvia amarilla consigue fundir especialmente bien la historia personal, la colectiva (de un pueblo pirenaico en extinción) y un paisaje de tintes cada vez más fantásticos (trasunto de la emoción del personaje). En esta novela solo hay una voz, la del que será el último habitante de Anielle, que ve cómo todos los demás se van marchando o muriendo, por la guerra, las enfermedades, la desolación misma (como ocurre con su mujer, Sabina). Nos habla desde la última noche, rememorando lo vivido como una invasión progresiva: la nieve y las tormentas, la lluvia amarilla que todo lo contagia hasta la muerte de Sabina y el florecimiento último del manzano, con manzanas podridas por la muerte. Andrés de Casa Sosas, el protagonista, es un resistente a ultranza: dejará de hablar a su hijo por ser de los que se marchan y amenazará con la escopeta a Aurelio cuando vuelve a recoger unos muebles, hasta el punto de sentir temor de sí mismo y sus reacciones, por si la sangre (que en muchos pasajes también tiñe cristales y rocas, por efecto del sol) pudiera dominarlo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Valoración de los libros

Este ha sido el resultado de la encuesta. Se puntuaba del 1 al 5, se extraía la media y se multiplicaba por 2; es decir, que las notas posibles van del 2 al 10 y el aprobado de nuestro conjunto de lectores, siempre con respecto al placer que les ha reportado la lectura y sin discutir la calidad literaria de nadie, estaría en el 6.

1. Narradores de la noche, de Rafik Schami
10,0
2. La perla, de John Steinbeck
9,8
3. Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender
9,3
4. El niño con el pijama de rayas, de John Boyne
9,0
El perfume, de Patrick Süskind
9,0
5. Noticia de un secuestro, de Gabriel García Márquez
8,6
6. Eloísa está debajo de un almendro, de Enrique Jardiel Poncela
8,3
El viejo y el mar, de Ernest Hemingway
8,3
Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa
8,3
Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza
8,3
7. El barón rampante, de Ítalo Calvino
8,0
El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon
8,0
8. La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza
7,8
9. El viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda
7,7
10. 1984, de George Orwell
7,6
11. Seda, de Alessandro Baricco
7,5
12. El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta
7,4
13. Orgullo y prejuicio, de Jane Austen
7,3
14. Como agua para chocolate, de Laura Esquivel
7,1
Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite
7,1
15. La niebla y la doncella, de Lorenzo Silva
7,0
16. Ruleta rusa, de Pere Calders
6,8
El pintor de batallas, de Arturo Pérez Reverte
6,8
17. Crónica del rey pasmado, de Gonzalo Torrente Ballester
6,2

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los santos inocentes, de Miguel Delibes: final del libro cuarto


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y el Azarías la condujo bajo el sauce y, una vez allí, se detuvo, sonrió, levantó la cabeza y dijo firme pero dulcemente,
    ¡quiá!
y, de improviso, ante los ojos atónitos de la señorita Miriam, un pájaro negro y blando se descolgó desde las ramas más altas y se posó suavemente sobre el hombro del Azarías, quien volvió a tomarla de la mano y
    atienda,
dijo,
y la condujo junto al poyo de la ventana, tras la maceta, tomó una pella del bote de pienso y se la ofreció al pájaro y el pájaro engullía las pellas, una tras otra, y nunca parecía saciarse y, en tanto comía, el Azarías ablandaba la voz, le rascaba entre los ojos y repetía,
    milana bonita, milana bonita,
y el pájaro,
    ¡quiá, quiá, quiá!
pedía más y la señorita Miriam, recelosa,
    ¡qué hambre tiene!
y el Azarías metía una y otra vez los grumos en su garganta y empujaba luego con la yema del dedo y, cuando andaba más abstraído con el pájaro, se oyó el escalofriante berrido de la Niña Chica, dentro de la casa, y la señorita Miriam impresionada,
    y eso, ¿qué es?
preguntó,
y el Azarias, nervioso
    la Niña Chica es
y depositó el bote sobre el poyo y lo volvió a coger y lo volvió a dejar e iba de un lado a otro, desasosegado, la grajilla sobre el hombro, moviendo arriba y abajo las mandíbulas, rezongando,
    yo no puedo atender todas las cosas al mismo tiempo,
pero, al cabo de pocos segundos, volvió a sonar el berrido de la Niña Chica y la señorita Miriam, espeluznada,
    ¿es cierto que es una niña la que hace eso?
y él, Azarías, cada vez más agitado, con la grajeta mirando inquieta en derredor, se volvió hacia ella, la tomó nuevamente de la mano y
    venga,
dijo,
y entraron juntos en la casa y la señorita Miriam, avanzaba desconfiada, como sobrecogida por un negro presentimiento, y al descubrir a la niña en la penumbra, con sus piernecitas de alambre y la gran cabeza desplomada sobre el cojín, sintió que se le ablandaban los ojos y se llevó ambas manos a la boca,
    ¡Dios mío!,
exclamó,
y el Azarías la miraba, sonriéndola con sus encías sonrosadas, pero la señorita Miriam no podía apartar los ojos del cajoncito, que parecía que se hubiera convertido en una estatua de sal la señorita Miriam, tan rígida estaba, tan blanca, y espantada,
    ¡Dios mío!
repitió, moviendo rápidamente la cabeza de un lado a otro como para ahuyentar un mal pensamiento,
pero el Azarías, ya había tomado entre sus brazos a la criatura y, mascullando palabras ininteligibles, se sentó en el taburete, afianzó la cabecita de la niña en su axila y agarrando la grajilla con la mano izquierda y el dedo índice de la Niña Chica con la derecha, lo fue aproximando lentamente al entrecejo del animal, y una vez que le rozó, apartó el dedo de repente, rió, oprimió a la niña contra sí y dijo suavemente, con su voz acentuadamente nasal,
    ¿no es cierto que es bonita la milana, niña?

jueves, 12 de noviembre de 2009

Seda, de Alessandro Baricco


.
Seda, de Alessandro Baricco, es una novela breve muy retórica, que es probable que guste o disguste sin mucho término medio. Narra varios viajes a Oriente de Hervé Joncour, un comprador de huevos de gusanos de seda; su enamoramiento distante de una extraña mujer (de ojos no rasgados y gran intensidad de la mirada) y la evolución de la relación de Hervé con su esposa, Helène, de preciosa voz. Bebe de la fascinación de Occidente por Oriente, aunque no es un texto del siglo XIX, que imaginamos muy recargado, sino que tiende a lo lacónico.

La novela se distribuye en capítulos muy breves, en los que destaca la repetición, a veces con ligeras variantes. Con frecuencia, los diálogos no se explican, sino que se reproducen, y corresponde al lector interpretar el sentido de las palabras; en una relectura, yo he dado distinta interpretación a algunos de ellos. Hay un erotismo latente con un capítulo de culminación que Hervé entiende de un modo y luego deberá, a su vez, interpretar de nuevo, en un momento en el que la figura de Helène parece hacerse con la novela; lo cual tampoco es muy difícil, cuando de Hervé se nos dice y cuenta que es de esas personas que asiste a la vida, la deja resbalar, en vez de vivirla.

Es un relato curioso por la cantidad de trampas, artificiosidades claras, que en él hay. Es probable que la carta de siete páginas sea poco creíble para mediados del siglo XIX; tanto como parece increíble el personaje de Hara Kei; como lo es la pasión, casi medieval, del «amor de lejos» o del amarse nada más verse (como Tirante el Blanco al ver a Carmesina). Abunda el gusto exagerado, como una Helène que muere de pronto por «unas fiebres cerebrales que ningún médico consiguió explicar ni curar». Y sin embargo, todo puede funcionar e incluso entusiasmar al lector, hecho que yo asocio con la magia de la literatura, que es —siempre y en todo caso, aunque en ocasiones quiera aparentar lo contrario— artificial.

Valoración de los libros del club

Está disponible, en formato pdf, una breve encuesta de valoración de los libros del club, que nos ayudará a seguir eligiendo. ¡Gracias!
  • Adición del 3 de diciembre: Estos han sido los resultados, para quien puedan serle de utilidad.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Eloísa está debajo de un almendro: mapa conceptual

Este mapa conceptual, tomado de la edición de la obra en Austral (en concreto, del apéndice de José Miguel Ocaña Iglesias a la ed. de 2001, p. 307), resume y sitúa bien los personajes de la obra, en dos grandes niveles que recuerdan a la comedia clásica (nobles y villanos) y en varios planos de acción.

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