sábado, 13 de octubre de 2007

Gabriel García Márquez, periodista: Noticia de un secuestro (22 de noviembre)


Cambio de fechas: la reunión será el 22 de noviembre.

El 22 de noviembre, a la hora de costumbre, nos vemos con un premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, pero en una faceta algo más desconocida que la propiamente literaria: la de periodista. Estamos leyendo Noticia de un secuestro.

En la red hay un enlace muy completo para saber más sobre García Márquez: el especial que le dedicó el Centro Virtual del Instituo Cervantes. No dejéis de hacerle una visita.

La obra periodística de García Márquez se ha recopilado en varias ediciones. Otra forma de acercarse a ella es leer las memorias del autor, llamadas Vivir para contarlo, que, en sus primeros años, dedican mucho espacio a la descripción de la vida pasada en las redacciones de su país. Pero no se acaba aquí: uno de los libros más leídos del colombiano es Relato de un náufrago, que tiene este origen, según se cuenta aquí:

Fue en los años cincuenta cuando Luis Alejandro Velasco, el náufrago de Relato de un náufrago, entró en la redacción del diario El Espectador con la intención de contar su historia. Ahí, el reportero raso García Márquez escuchó durante varios días y en sesiones ininterrumpidas de hasta seis horas esa historia que después se convertiría, en 1970, en otro libro más de Nobel que tiene como génesis el ejercicio periodístico: «Relato de un náufrago está más cerca de la crónica porque es la transcripción organizada de una experiencia personal contada en primera persona por el único que la vivió. En realidad es una entrevista larga, minuciosa, completa, que hice a sabiendas de que no era para publicar en bruto sino para ser cocinada en otra olla: un reportaje. No tuve nada que forzar porque fue como pasearme por una pradera de flores con la posibilidad suprema de escoger las mejores. Y esto lo digo en homenaje a la inteligencia, el heroísmo y la integridad del protagonista que con justicia fue el náufrago más querido del país», según palabras publicadas en la revista colombiana Cambio.

La vida cambió mucho para García Márquez desde entonces y con la publicación de sus diversas novelas, como, sobre todo, Cien años de soledad. Pero no dejó el periodismo y

en 1996 resurgió de lleno en el periodismo al estilo de reportero raso, con Noticia de un secuestro, considerado como una de las lecciones magistrales de periodismo del novelista colombiano. Sobre este libro, el autor señaló que «es en efecto la reconstrucción completa de una noticia espantosa que estuvo viva y dinámica en Colombia durante doscientos sesenta y dos días, por los secuestros continuados de diez personas importantes con una finalidad única: impedir que la Asamblea Constituyente aprobara la extradición de colombianos a Estados Unidos. La clasificación estructural sería válida como un reportaje puro, porque todos los datos son verídicos y comprobados. Pero también el título se puede sostener, porque es una sola noticia vasta y compleja desde sus orígenes primeros hasta sus últimas consecuencias»

¿Cuál es la diferencia, para un escritor consagrado, entre el reportaje y la novela? Veámoslo en sus propias palabras:

«Mi problema original como periodista fue el mismo de escritor: cuál de los géneros me gustaba más, y terminé por escoger el reportaje, que me parece el más natural y útil del periodismo. El que puede llegar a ser no solo igual a la vida, sino más aún: mejor que la vida. Puede ser igual a un cuento o una novela con la única diferencia —sagrada e inviolable— de que la novela y el cuento admiten la fantasía sin límites pero el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma. Aunque nadie lo sepa ni lo crea.»

Esa única diferencia entra a considerar el tema de la relación entre la literatura (o el texto escrito en general) y la realidad; el problema del realismo literario, como se lo ha llamado a veces. Vale la pena recordar aquí las palabras que cerraban el prólogo del último libro que hemos comentado, Ardiente paciencia (El cartero de Neruda), en la que Belén da libertad al autor para inventar lo que crea oportuno y hace una «crónica» muy distinta a los reportajes de García Márquez.

Podríamos decir que, en una novela, el lector se tiene que creer la historia y el autor tiene que contarla del modo que resulte más creíble (más imaginable, más redonda: no se trata de que haya pasado de verdad); pero en un reportaje, el autor tiene que contar la verdad, aun a riesgo de que nadie se crea su historia.

Que lo disfrutéis. Nos vemos el día 22. Luego leeremos Historia de una maestra.

(Imagen tomada de www.literaturainba.com/cartelera/expos/gal_gabo.htm)

lunes, 8 de octubre de 2007

Antonio Skármeta: El cartero de Neruda

Antonio Skármeta, el escritor chileno del que estamos leyendo Ardiente paciencia (más conocida con el título posterior de El cartero de Neruda) nació en Antofagasta, Chile, en 1940, en el seno de una familia de emigrantes dálmatas (de ahí su extraño apellido). Ardiente paciencia se desarrolla justamente en Chile, en la famosa Isla Negra en la que Neruda pasó muchos años (y de la que surgieron libros como Memorial de Isla Negra).

Skármeta es asimismo guionista y director cinematográfico; rodó una versión de Ardiente paciencia, con cierto eco en los festivales, bastante antes de que otro director grabara la película que tuvo más éxito de taquilla (y que, entre otras cosas, además de cambiar el título del libro, acabó fabricando las portadas internacionales casi en serie, con la reproducción de fotogramas). La estructura de capítulos cortos con escenarios muy visuales y representaciones muy cinematográficas (como la pelota del futbolín en la boca de Beatriz) podría ser herencia de esa especialidad profesional de Skármeta.

La página oficial del autor se halla enmarcada en el grupo de sitios de FNAC y la veréis pulsando este enlace.

Una de las características del libro es su erotismo desenfadado, algo exagerado de formas y con una expresión retóricamente cargada, integrado dentro del típico imaginario masculino y su concepto de la mujer (en este caso, la joven) de formas rotundas:

Los recién llegados ocuparon dos sillas frente al mesón, y vieron que lo atravesaba una muchacha de unos diecisiete años con un pelo castaño enrulado y deshecho por la brisa, unos ojos marrones tristes y seguros, rotundos como ciruelas, un cuello que se deslizaba hacia unos senos maliciosamente oprimidos por esa camiseta blanca con dos números menos de los precisos, dos pezones, aunque cubiertos, alborotadores, y una cintura de esas que se cogen para bailar tango hasta que la madrugada y el vino se agotan. Hubo un breve lapso, el necesario para que la chica dejase el mesón e ingresara al tablado de la sala, antes de que hiciera su epifanía aquella parte del cuerpo que sostenía los atributos. A saber, el sector básico de la cintura que se abría en un par de caderas mareadoras, sazonadas por una minifalda que era una llamada de atención sobre las piernas y que, tras deslizarse sobre las rodillas cobrizas, concluían como una lenta danza en un par de pies descalzos, agrestes y circulares, pues desde allí la piel reclamaba el retorno minucioso por cada segmento hasta alcanzar esos ojos cafés, que habían sabido pasar de la melancolía a la malicia en cuanto estuvieron sobre la mesa de los huéspedes.
--El rey del futbolito --dijo Beatriz González...

Ese erotismo se sazona con humor, por el contraste básico entre la figura rotunda de Beatriz, la delgada de Mario Jiménez y la experta, pero aun así vivaz, de Pablo Neruda; también por frases como la anterior, si recordamos que Mario se había quedado plantado en el futbolín sin acertar casi a decir palabra. Es una constante en el libro. Después de hablar con la temible "señora Rosa, viuda de González":

Acariciándose el lóbulo, Neruda hizo vagar su mirada hacia el cenit.
--Don Pablo, ¿qué le pasa?
--Nada, hombre, nada. Sólo que ahora sé lo que siente un boxeador cuando lo noquean al primer round.

Aparte de los pasajes más o menos eróticos, es un libro de retórica simple, con imágenes medidas, como "Neruda dobló los restos mortales del telegrama y los sepultó en el bolsillo trasero de su pantalón". Hay americanismos y chilenismos, pero la lectura es relativamente fácil; en muchas ocasiones, las figuras que encontramos son tan sencillas, pero eficaces, como la de aquel "televisor pagadero en incómodas cuotas mensuales".

Siempre con humor, incluye también algunas reflexiones literarias interesantes; por ejemplo, al respecto de la relación entre realidad y literatura (algo muy importante en el caso de Neruda, que tomó partido político con claridad):

--Usted tiene que ayudarme porque usted mismo escribió: "No me gusta la casa sin tejado, la ventana sin vidrios. No me gusta el día sin trabajo y la noche sin sueño. No me gusta el hombre sin mujer, ni la mujer sin hombre. Yo quiero que las vidas se integren encendiendo los besos hasta ahora apagados. Yo soy el buen poeta casamentero". ¡Supongo que ahora no me dirá que este poema es un cheque sin fondos!

El libro adquiere un tinte sombrío en sus últimas páginas, con un final abierto que debemos interpretar con ayuda de las pocas pistas dispersas por el libro y del título mismo, tomado de un discurso de Neruda, de carácter más bien optimista: "sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres". Pero en cuanto al destino de Mario --y quizá, el de los individuos frente al de la sociedad en su conjunto-- sabemos poco. Unos hombres ominosos se lo llevan diciéndole que "No tiene nada que temer" y "Después, puede volver a casa". Sin embargo, en el Prólogo se nos ha dicho:

Beatriz González, con quien almorcé varias veces durante sus visitas a los tribunales de Santiago, quiso que yo contara para ella la historia de Mario "no importa cuánto tardase ni cuánto inventara".

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails