lunes, 24 de marzo de 2008

George Orwell, 1984

George Orwell (1903-1950) fue un escritor y periodista británico, especialmente conocido por sus novelas antitotalitarias: 1984 y Rebelión en la granja. Son novelas que marcaron el pensamiento del siglo XX en torno de las dictaduras, con imágenes todavía hoy muy conocidas y vigentes, como la del ojo que todo lo vigila (Big Brother is watching you, El Gran Hermano te vigila). Con el uso cada vez más extendido de cámaras de vigilancia, en los bancos, pero también en las calles de muchas ciudades, puede decirse que son novelas cuya inspiración se ha visto confirmada por la realidad.

Más en concreto, 1984 forma parte del género de las antiutopías o distopías: una utopía negativa. Utopía es una palabra de origen griego que se refiere a un lugar que no existe y suele describir un mundo ideal. La usaba en el Renacimiento Tomás Moro (Wikipedia), cuando se desarrolló asimismo la idea de la Arcadia pastoril; un libro tan conocido como Los viajes de Gulliver juega con varios mundos utópicos y falsamente utópicos, sobre todo en las secciones finales del libro, con los yahoos y los houyhnhnm (caballos racionales). El género cobra especial auge con el socialismo del siglo XIX, en el que hay toda una rama de escritores utópicos, que imaginaron diversos falansterios o icarias. En el siglo XX, otra distopía muy famosa es Un mundo feliz, de Aldous Huxley (Wikipedia). Hay que recordar que Orwell escribe justo después de la segunda guerra mundial; 1984 se sitúa, por lo tanto, en el futuro (no en el pasado, como puede parecer hoy).

Uno de los conceptos más fructíferos del libro es el de la neolengua (newspeak). Pero en general, hay un gran trabajo literario en la creación de nombres que transmiten el clima irrespirable de la novela: las Casas de la Victoria (y los Cigarrillos o la Ginebra de la Victoria), los Dos Minutos de Odio y la Semana del Odio, la Policía del Pensamiento...

Se decía que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad (Miniver, en neolengua), que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz (Minipax), para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor (Minimor), encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia (Minindancia), al que correspondían los asuntos económicos.
(Destino, col. Áncora y Delfín, n.º 968, p. 12)

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