- Palabras del crítico teatral Francisco Ruiz Ramón, en el especial Jardiel cumple 100 años
lunes, 19 de octubre de 2009
Jardiel Poncela y lo inverosímil
Uno de los principios de la estética teatral jardielesca, meta y fundamento de su teatro, declarado repetidas veces por el autor, fue la aspiración a lo inverosímil. Desde su primera obra se nos aparece empeñado en romper con las formas tradicionales de lo cómico en el teatro, atadas a lo verosímil y a la realidad posible. Es esta aspiración, no siempre realizada, llena de claudicaciones y concesiones a un público reacio a romper con la costumbre de una risa provocada por unos mismos elementos y mecanismos de comicidad —chiste lingüístico, equívoco, deformación y exageración— fundados en lo real verosímil, la que constituye la más visible constante del teatro de Jardiel.
Autorretrato de Jardiel Poncela
Retrato al pastel (de hojaldre)
Nací armando el jaleo propio de esas escenas;
me bautizó la Iglesia con arreglo a sus ritos,
y Aragón y Castilla circulan por mis venas
convertidos en rojo caldo de eritrocitos.
¿Cuál de las dos regiones pesa en mi corazón?
Es difícil hallar la clave del misterio...
Tal vez pesa Castilla cuando me pongo serio,
y cuando estoy alegre, tal vez pesa Aragón.
A semejanza de otras diversas criaturas,
me eduqué en el temor del Dios de las Alturas;
pero perdí el temor —o la fe— que es lo mismo,
cuando, en años después, practiqué el alpinismo.
Escribo, porque nunca he encontrado un remedio
mejor que el escribir para ahuyentar el tedio,
y en las agudas crisis que jalonan mi vida
siempre empleé la pluma como un insecticida.
Fuera de las cuartillas, no sé de otro nirvana.
No me importa la gloria, esa vil cortesana
que besa igual a todos: Lindbergh, Charlot, Beethoven...
Y no he ahorrado nunca, pensando en el mañana,
porque estoy persuadido de que he de morir joven.
Nací armando el jaleo propio de esas escenas;
me bautizó la Iglesia con arreglo a sus ritos,
y Aragón y Castilla circulan por mis venas
convertidos en rojo caldo de eritrocitos.
¿Cuál de las dos regiones pesa en mi corazón?
Es difícil hallar la clave del misterio...
Tal vez pesa Castilla cuando me pongo serio,
y cuando estoy alegre, tal vez pesa Aragón.
A semejanza de otras diversas criaturas,
me eduqué en el temor del Dios de las Alturas;
pero perdí el temor —o la fe— que es lo mismo,
cuando, en años después, practiqué el alpinismo.
Escribo, porque nunca he encontrado un remedio
mejor que el escribir para ahuyentar el tedio,
y en las agudas crisis que jalonan mi vida
siempre empleé la pluma como un insecticida.
Fuera de las cuartillas, no sé de otro nirvana.
No me importa la gloria, esa vil cortesana
que besa igual a todos: Lindbergh, Charlot, Beethoven...
Y no he ahorrado nunca, pensando en el mañana,
porque estoy persuadido de que he de morir joven.
viernes, 16 de octubre de 2009
Nuria Azancot entrevista a Mendoza en El Cultural
Quienes dicen que Mendoza es enfermizamente tímido y parco en palabras, casi telegráfico,no han tenido la suerte de conversar con él en su salón: entonces se desborda, lenguaraz y divertido, se pierde en mil anécdotas y gesticula, sonriente.
Para empezar, descubre que los tres relatos que componen el libro (Tres vidas de santos) fueron escritos en momentos muy distintos, pero que se resistía a publicar, sobre todo el tercero, porque “tiene todo lo que he reprobado siempre en literatura, es decir, es teoría y es discursivo”. Pero no ha podido evitarlo: “verá, es que llevo mucho tiempo reflexionando sobre la ansiedad que parece dominar estos tiempos inciertos para la literatura. Porque todos los años me preguntan qué hay que leer en verano, por ejemplo, o cómo seleccionar entre 70.000 novedades... Y hay que romper ese discurso”.
-¿Así que comparte las opiniones del protagonista, que considera Rayuela, de Cortázar, una “fantasmada”?
-Bueno, si las opiniones las diera yo las matizaría, pero me gusta mucho ponerlas en boca de alguien que es contundente: lo que dice de Henry James, de Proust, de Cortázar... Soy tan estúpido que se me ocurrió decir en Buenos Aires, hace unos veinticinco años, que se estaban equivocando porque despreciaban a Borges por razones políticas, reales o atribuidas, y en cambio estaban poniendo por las nubes a Cortázar. Les dije: Cortázar pinchará, y Borges cada día escribirá mejor. Y el tiempo me ha dado la razón: Borges, que es un disparate, nos ha dado todas las metáforas que estamos utilizando en este milenio, y de Cortázar no queda nada, un París polvoriento y bohemio, su intelectualismo. Es un buen escritor, claro, pero es que yo sólo me peleo con los talentos, no pego a los niños.
Confiesa Mendoza que las vidas de los santos le fascinan desde niño, “porque son destinos insólitos pero posibles, que no requieren un talento singular”. Por eso no le sorprende que Ernesto Caballero, por ejemplo, esté preparando con García May e Ignacio del Moral una función sobre ellos. “Claro, es que no son dioses ni semidioses, sino pobres desgraciados a los que les toca dar testimonio de algo que no saben lo que es y que no siempre entienden. Me gustaría hacer un día una antología de santos curiosos”.
-¿Por qué ha reunido tres relatos escritos en momentos tan distintos de su vida?
-No sé, como le decía antes cuando acabé el tercero no quería publicarlo, pero tampoco entendía por qué lo había escrito... luego encontré el de enmedio, y pensé lo mismo, así que rehice el primero, el más antiguo, y los pasé a mis asesores de imagen, que son Pere Gimferrer, y todos los demás, Balcells, Elena Ramírez. Quise publicarlos porque hasta que no están impresos no los has terminado, y a mí me gusta hacer lo que no se espera de mí.
-¿Por eso no ha vuelto a escribir novelas como El laberinto de las aceitunas o La verdad sobre el caso Savolta?
-Desde luego. Hace poco estuve en Polonia, donde soy un best seller pero sólo por mis novelas de risa, y entonces me preguntaban sin cesar por qué decidía, de vez en cuando, escribir cosas larguísimas, pesadísimas, que no tienen ningún interés, y pensé, claro, tienen razón, que si sacase cada año una de risa me forraría, y mis editores y los lectores y mi agente estarían contentísimos. Y no lo voy a hacer porque no me da la gana, porque quiero hacer lo que no he hecho. Ahora no sé lo qué va a pasar, no sé si me van a decir muy bien o muy mal, pero hay que estar siempre apostando por algo nuevo.
Para empezar, descubre que los tres relatos que componen el libro (Tres vidas de santos) fueron escritos en momentos muy distintos, pero que se resistía a publicar, sobre todo el tercero, porque “tiene todo lo que he reprobado siempre en literatura, es decir, es teoría y es discursivo”. Pero no ha podido evitarlo: “verá, es que llevo mucho tiempo reflexionando sobre la ansiedad que parece dominar estos tiempos inciertos para la literatura. Porque todos los años me preguntan qué hay que leer en verano, por ejemplo, o cómo seleccionar entre 70.000 novedades... Y hay que romper ese discurso”.
-¿Así que comparte las opiniones del protagonista, que considera Rayuela, de Cortázar, una “fantasmada”?
-Bueno, si las opiniones las diera yo las matizaría, pero me gusta mucho ponerlas en boca de alguien que es contundente: lo que dice de Henry James, de Proust, de Cortázar... Soy tan estúpido que se me ocurrió decir en Buenos Aires, hace unos veinticinco años, que se estaban equivocando porque despreciaban a Borges por razones políticas, reales o atribuidas, y en cambio estaban poniendo por las nubes a Cortázar. Les dije: Cortázar pinchará, y Borges cada día escribirá mejor. Y el tiempo me ha dado la razón: Borges, que es un disparate, nos ha dado todas las metáforas que estamos utilizando en este milenio, y de Cortázar no queda nada, un París polvoriento y bohemio, su intelectualismo. Es un buen escritor, claro, pero es que yo sólo me peleo con los talentos, no pego a los niños.
Confiesa Mendoza que las vidas de los santos le fascinan desde niño, “porque son destinos insólitos pero posibles, que no requieren un talento singular”. Por eso no le sorprende que Ernesto Caballero, por ejemplo, esté preparando con García May e Ignacio del Moral una función sobre ellos. “Claro, es que no son dioses ni semidioses, sino pobres desgraciados a los que les toca dar testimonio de algo que no saben lo que es y que no siempre entienden. Me gustaría hacer un día una antología de santos curiosos”.
-¿Por qué ha reunido tres relatos escritos en momentos tan distintos de su vida?
-No sé, como le decía antes cuando acabé el tercero no quería publicarlo, pero tampoco entendía por qué lo había escrito... luego encontré el de enmedio, y pensé lo mismo, así que rehice el primero, el más antiguo, y los pasé a mis asesores de imagen, que son Pere Gimferrer, y todos los demás, Balcells, Elena Ramírez. Quise publicarlos porque hasta que no están impresos no los has terminado, y a mí me gusta hacer lo que no se espera de mí.
-¿Por eso no ha vuelto a escribir novelas como El laberinto de las aceitunas o La verdad sobre el caso Savolta?
-Desde luego. Hace poco estuve en Polonia, donde soy un best seller pero sólo por mis novelas de risa, y entonces me preguntaban sin cesar por qué decidía, de vez en cuando, escribir cosas larguísimas, pesadísimas, que no tienen ningún interés, y pensé, claro, tienen razón, que si sacase cada año una de risa me forraría, y mis editores y los lectores y mi agente estarían contentísimos. Y no lo voy a hacer porque no me da la gana, porque quiero hacer lo que no he hecho. Ahora no sé lo qué va a pasar, no sé si me van a decir muy bien o muy mal, pero hay que estar siempre apostando por algo nuevo.
jueves, 11 de junio de 2009
El barón rampante, de Italo Calvino: algunos pasajes
El barón rampante, de Italo Calvino, traducción de Esther Benítez, editorial Siruela.
1.
La niña y mi hermano quedaron solos persiguiéndose en el olivar, pero Cosimo notó con desilusión que una vez desaparecida la gentuza, la alegría de Viola con aquel juego tendía a palidecer, como si ya estuviese a punto de caer en el aburrimiento. Y le entró la sospecha de que ella hacía todo aquello sólo para enfurecer a los otros, pero al mismo tiempo también la esperanza de que ahora lo hacía aposta para enfurecerlo a él; lo cierto es que siempre tenía necesidad de enfadar a alguien para darse a valer. (Sentimientos todos apenas percibidos por Cosimo niño; en realidad trepaba por aquellas ásperas cortezas sin entender nada, como un mastuerzo, imagino.)
Al volver un collado he aquí que se alza una menuda y violenta pedrea de guijarros. La niña protege la cabeza tras el cuello del caballito y escapa; mi hermano, sobre un codo de rama bien a la vista, queda a tiro. Pero las piedras llegaban allá arriba demasiado oblicuas para hacerle daño, salvo alguna en la frente o en las orejas. Silban y ríen, aquellos endemoniados, gritan: «Sin-fo-ro-sa es una as-que-ro-sa ... » , y escapan.
Ahora los golfillos han llegado a Porta Capperi, cubierta de cascadas verdes de alcaparras por los muros. De los tugurios de alrededor sale un griterío de madres. Pero éstos son niños a los que por la noche sus madres no les gritan para hacerlos volver, sino que gritan porque han vuelto, porque vienen a cenar a casa, en vez de buscarse la vida por ahí. En torno a Porta Capperi, en casuchas y barracas de tablas, en carromatos renqueantes, en tiendas, se agolpaba la gente más pobre de Ombrosa, tan pobre que se la mantenía fuera de las puertas de la ciudad y alejada de los campos, gente emigrada de tierras y países lejanos, expulsada por la carestía y la miseria que se difundía por todos los Estados. Era la puesta del sol, y mujeres despeinadas con niños al pecho soplaban en hornillos humeantes, y los mendigos se tumbaban al fresco desvendando las llagas, otros jugando a los dados con gritos entrecortados. Los camaradas de la banda de la fruta se mezclaban ahora con aquel humo de frituras y aquellos altercados, se ganaban sopapos de sus madres, se peleaban entre sí rodando por el polvo. Y ya sus harapos habían cogido el color de todos los otros harapos, y su alegría de pájaros, enviscada en aquel coágulo humano, se deshacía en una densa insulsez. Hasta el punto de que, a la aparición de la niña rubia al galope y de Cosimo sobre los árboles de alrededor, apenas alzaron los ojos intimidados, se retiraron a otro lado, trataron de perderse entre la polvareda y el humo de los hornillos, como si entre ellos se hubiera alzado de repente un muro.
*
Todo esto fue para ellos dos un momento, un abrir y cerrar de ojos. Ahora Viola había dejado a sus espaldas el humo de las barracas que se mezclaba con las sombras de la noche y los chillidos de las mujeres y de los niños, y corría entre los pinos de la playa.
Allí estaba el mar. Se oía su rodar por las piedras. Estaba oscuro. Un rodar más desaforado: era el caballito que corría salpicando chispas contra los guijarros. Desde un pino bajo y retorcido, mi hermano miraba la sombra clara de la niña rubia atravesar la playa. Una onda casi sin cresta se levantó del mar negro, se alzó enrollándose, avanzaba toda blanca, se rompía y la sombra del caballo con la muchachita la había rozado a toda carrera y sobre el pino una salpicadura blanca de agua salada bañó el rostro de Cosimo.
(64-65)
2.
Cosimo pensó que había llegado el momento de presentarse. Llegó al plátano del señor obeso, hizo una reverencia y dijo:
-El Barón Cosimo Piovasco di Rondò, para serviros.
-¿Rondós? ¿Rondós? -dijo el obeso-. ¿Aragonés? ¿Gallego?
-No, señor.
-¿Catalán?
-No señor. Soy de estas tierras.
-¿Desterrado también?
El gentilhombre flaco se sintió en la obligación de intervenir y hacer de intérprete, muy ampulosamente:
-Dice Su Alteza Federico Alonso Sánchez de Guatamurra y Tobasco si vuestra señoría es también un exiliado, pues que lo vemos trepar por estas frondas.
-No señor. O, al menos, no exiliado por decreto de nadie.
-¿Viaja usted sobre los árboles por gusto?
Y el intérprete:
-Su Alteza Federico Alonso se complace en preguntarle si es por gusto por lo que vuestra señoría realiza este itinerario.
Cosimo se lo pensó un poco, y respondió:
-Porque pienso que me conviene, aunque nadie me lo imponga.
-¡Feliz usted! -exclamó Federico Alonso Sánchez, suspirando-. ¡Ay de mí, ay de mí!
Y el de negro, explicando, cada vez más ampuloso:
-Su Alteza quiere decir que vuestra señoría puede considerarse afortunado al gozar de esta libertad, la cual no podemos dejar de comparar con nuestro constreñimiento, que empero soportamos resignados a la voluntad de Dios -y se santiguó.
Así, entre una lacónica exclamación del Príncipe Sánchez y una circunstanciada versión del señor vestido de negro, Cosimo logró reconstruir la historia de la colonia que residía en los plátanos.
(158-159)
3.
En resumen, le había entrado esa manía de quien cuenta historias y nunca sabe si son más hermosas las que ocurrieron de verdad, y que al evocarlas traen consigo todo un mar de horas pasadas, de sentimientos menudos, tedios, felicidades, incertidumbres, vanaglorias, náuseas de uno mismo, o bien las que se inventan, en las que se corta por lo sano y todo parece fácil, pero después cuanto más se disparata más advierte uno que vuelve a hablar de las cosas que le han ocurrido y que ha comprendido en realidad viviendo.
Cosimo estaba aún en esa edad en que las ganas de contar dan ganas de vivir, y se cree que no se ha vivido lo bastante para contarlo, y así se marchaba de caza, estaba fuera semanas enteras, luego regresaba a los árboles de la plaza sosteniendo por la cola garduñas, tejones y zorros, y contaba a los ombrosenses nuevas historias que, al contarlas, de verdaderas se volvían inventadas, y de inventadas, verdaderas.
(155)
4.
A Cosimo, el comprender el carácter de Enea Silvio Carrega le benefició en algo: entendió muchas cosas sobre la soledad, que después le sirvieron en su vida. Yo diría que siempre llevó a cuestas la imagen singular del Caballero Abogado, como advertencia de en qué puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca.
(113)
5.
El trabajo humano había interesado siempre a Cosimo, pero hasta entonces su vida en los árboles, sus desplazamientos y sus cazas habían respondido siempre a inspiraciones aisladas e injustificadas, como si fuera un pajarillo. Ahora, en cambio, lo asaltó la necesidad de hacer algo útil para su prójimo. Y también esto, bien mirado, era algo que había aprendido en su trato con el bandido; el placer de hacerse útil, de desplegar un servicio indispensable para los demás.
Aprendió el arte de podar los árboles, y ofrecía su trabajo a los cultivadores de huertos, en invierno, cuando los árboles extienden irregulares laberintos de palitos y parece que no desean sino ser reducidos a formas más ordenadas para cubrirse de flores y hojas y frutos. Cosimo podaba bien y pedía poco, de modo que no había pequeño propietario o arrendatario que no le pidiese que pasara por sus tierras, y se le veía, en el aire cristalino de esas mañanas, erguido, esparrancado en los bajos árboles desnudos, el cuello envuelto en una bufanda hasta las orejas, levantar unas grandes tijeras y, ¡chac!, ¡chac!, hacer volar con tijeretazos seguros ramitas secundarias y puntas. El mismo arte desplegaba en los jardines, con los árboles de sombra y de adorno, armado con una corta sierra, y en los bosques, donde intentó sustituir el hacha del leñador, sólo adecuada para asestar golpes al pie de un tronco secular para derribarlo entero, por su ligera hacheta, que trabajaba sólo en horcaduras y copas.
En suma, supo convertir su amor por este elemento arbóreo, como ocurre con todos los amores verdaderos, en algo despiadado y doloroso, que hiere y saja para hacer crecer y dar forma. Es cierto que procuraba siempre, al podar y talar, servir no sólo al interés del propietario del árbol, sino también al suyo, de viandante que necesita hacer más practicables sus caminos; por eso se las arreglaba para que las ramas que le servían de puente entre un árbol y otro se salvaran siempre, y recibieran fuerza de la supresión de las demás. Así, esta naturaleza de Ombrosa que había encontrado ya muy benigna, contribuía con su arte a hacerla mucho más favorable para él, amigo al mismo tiempo del prójimo, de la naturaleza y de sí mismo. Y de las ventajas de este prudente obrar se benefició sobre todo en edad más tardía, cuando la forma de los árboles suplía cada vez más su pérdida de fuerzas. Después, bastó con la llegada de generaciones con menor criterio, de imprevisora avidez, gente no amiga de nada, ni siquiera de sí misma, y ya todo ha cambiado, ningún Cosimo podrá ya avanzar por los árboles.
(133-134)
6.
Y he aquí que el mongolfier fue cogido por una racha de lebeche; empezó a correr con el viento girando como una peonza, e iba hacia el mar. Los aeronautas, sin perder la cabeza, se dedicaban a reducir -creo- la presión del globo, y al mismo tiempo arrojaron el ancla para tratar de sujetarse en algún punto. El ancla volaba plateada en el cielo, colgada de una larga soga, y al seguir oblicuamente la carrera del globo pasaba ahora sobre la plaza, y estaba casi a la altura de la cima del nogal, hasta el punto de que temimos que golpeara a Cosimo. Pero no podíamos suponer lo que un instante después verían nuestros ojos.
El agonizante Cosimo, en el momento en que la soga del ancla pasó a su lado, dio un salto de los que le eran habituales en su juventud, se agarró a la cuerda, con los pies en el ancla y el cuerpo hecho un ovillo, y así lo vimos volar lejos, arrastrado por el viento, frenando apenas la carrera del globo, y desaparecer hacia el mar...
El mongolfier, tras atravesar el golfo, consiguió aterrizar luego en la otra orilla. Colgada de la cuerda sólo estaba el ancla. Los aeronautas, demasiado ansiosos por mantener una ruta, no se habían dado cuenta de nada. Se supuso que el viejo moribundo había desaparecido mientras volaba en medio del golfo.
Así desapareció Cosimo, y ni siquiera nos dio la satisfacción de verlo volver a la tierra de muerto. En la tumba familiar hay una estela que lo recuerda con la Inscripción: «Cosimo Piovasco di Rondò - Vivió en los árboles - Amó siempre la tierra - Subió al cielo».
*
De vez en cuando interrumpo la escritura y voy a la ventana. El cielo está vacío, y a nosotros, los viejos de Ombrosa, habituados a vivir bajo aquellas verdes cúpulas, nos daña los ojos mirarlo. Se diría que los árboles no han aguantado, después de que mi hermano se fue, o que a los hombres les ha entrado la furia de la segur. Además, la vegetación ha cambiado; ya no hay acebos, olmos, robles; ahora África, Australia, las Américas, las Indias alargan hasta aquí ramas y raíces. Las plantas antiguas han retrocedido hacia lo alto: en las colinas los olivos, y
en los bosques de los montes, pinos y castaños; más abajo la costa es una Australia roja de eucaliptos, elefantesca de ficus, plantas de jardín enormes y solitarias, y todo lo demás son palmeras, con sus mechones despeinados, árboles inhóspitos del desierto.
Ombrosa ya no existe. Al mirar el cielo despejado, me pregunto si ha existido alguna vez. Aquella abundancia de ramas y hojas, bifurcaciones, lóbulos, penachos, diminuta y sin fin, y el cielo sólo en retazos irregulares y diseminados, quizá sólo existieron para que pasase mi hermano con su ligero paso de chamarón, era un bordado hecho sobre la nada que se asemeja a este hilo de tinta que he dejado correr por páginas y páginas, atiborrado de tachaduras, de remisiones, de chafarrinones nerviosos, de manchas, de lagunas, que a veces se desgrana en gruesos granos claros, a veces se espesa en signos minúsculos como semillas puntiformes, ora se retuerce sobre sí mismo, ora se bifurca, ora enlaza grumos de frases con contornos de hojas o de nubes, y luego se atasca, y luego vuelve a enroscarse, y corre y corre y se devana y envuelve un último racimo insensato de palabras, ideas, sueños, y se acabó.
(262-263)
domingo, 17 de mayo de 2009
Sobre El barón rampante, de Italo Calvino
El barón rampante es una obra lúdica y burlona, pero con matices en ocasiones serios o incluso trágicos, que da mucho que pensar. Es de aquellas obras cuidadas para no transmitir una interpretación única y la lectura final, por lo tanto, depende más que en otras de quién sea el lector que la lea y cuál sea el color del cristal con el que cada uno mire la literatura y la vida.
Eso mismo puede comprobarse en la red, donde casi cada comentarista tira por un lugar propio. Copiaré aquí algunos pasajes de varios comentarios.
1.
Con una narración muy cercana al realismo mágico, bordeándolo pero sin introducirse de pleno en él, pero siempre brillante, precisa y divertida, Italo Calvino se despacha a gusto con todos sus personajes y grupos sociales, desgajando una a una sus virtudes y defectos, poniendo la lupa sobre el mundo bajo los árboles, utilizando la altura desde la que observa Cosimo ese mundo de imposturas e injusticias propio de una sociedad jerarquizada y llena de complejos. Todo pasa por la mirada crítica de Calvino: la nobleza, los villanos, el clero, los militares, los criminales... incluso hasta Napoleón y otras personalidades de la época. Pero la crítica se viste siempre de diversión y un tono intranscendente de aventura y fantasía que oculta intenciones más profundas y precisas. La óptica de Calvino es afilada y no admite concesiones; se comporta con sus personajes sin dobleces y de forma lógica. Una vez Cosimo decide vivir en los árboles, todos los acontecimientos de su vida que se suceden parecen perfectamente legitimados por el carácter de éste, aunque para el resto de habitantes de Ombrosa provengan de la locura.
El futuro Barón de Rondò es un revolucionario, hombre de visión extraordinaria, entiéndase por esto sorprendente y nueva. Vivir en los árboles supone una ventaja de perspectiva. Se ven antes los males y las bondades del statu quo, y se intuyen con más facilidad las soluciones. Calvino nos invita, pues, a abandonar la óptica tradicional y los complejos y adentrarnos sin manías en las soluciones, en nuevos caminos que desemboquen en una vida mejor. Muchos opinan, y yo me incluyo por esta vía de interpretación, que Cosimo representa para Calvino su propia evolución como persona. Italo, profundamente turbado por la invasión de Hungría por la U.R.S.S., abandona la militancia activa en el Partido Comunista y se aleja de sus postulados, algo parecido a lo que realiza Cosimo a lo largo de la novela, sólo que las creencias de su personaje no son tan claras en un inicio y varían con la edad. El formato elegido, un disfraz de comedia ligera, refuerza aún más su mensaje, alejándolo de fórmulas más pesadas y menos eficaces.
2.
Calvino fue el miembro de su familia que se diferenció del resto. Mientras todos en su familia se dedicaron a las ciencias, él se dedicó al arte y a las letras. Quizás el autor se sentía en cierta forma un “barón rampante” y por ello escribió el libro. Para calmar sus demonios personales. Aquellos que tiene todo buen escritor.
No deja de ser interesante también ver en la figura del barón rampante al intelectual que se aparta del mundo y ejerce su crítica del mismo desde lo alto de su posición social. No son pocos los intelectuales de cafetín como suelen ser llamados en mi país que se apartan y se rebelan contra el mundo desde la comodidad de su posición económica. En esos casos la encina en la que está encaramado Cosimo representa el mundo de comodidades de los intelectuales rebeldes de cafetín. Todos ellos vienen de una posición económica holgada y por ello pueden permitirse ciertas rebeldías imposibles para la clase trabajadora. La novela El barón rampante se enriquece un poco más si se le interpreta de esa manera.
Puede verse también:
Eso mismo puede comprobarse en la red, donde casi cada comentarista tira por un lugar propio. Copiaré aquí algunos pasajes de varios comentarios.
1.
Con una narración muy cercana al realismo mágico, bordeándolo pero sin introducirse de pleno en él, pero siempre brillante, precisa y divertida, Italo Calvino se despacha a gusto con todos sus personajes y grupos sociales, desgajando una a una sus virtudes y defectos, poniendo la lupa sobre el mundo bajo los árboles, utilizando la altura desde la que observa Cosimo ese mundo de imposturas e injusticias propio de una sociedad jerarquizada y llena de complejos. Todo pasa por la mirada crítica de Calvino: la nobleza, los villanos, el clero, los militares, los criminales... incluso hasta Napoleón y otras personalidades de la época. Pero la crítica se viste siempre de diversión y un tono intranscendente de aventura y fantasía que oculta intenciones más profundas y precisas. La óptica de Calvino es afilada y no admite concesiones; se comporta con sus personajes sin dobleces y de forma lógica. Una vez Cosimo decide vivir en los árboles, todos los acontecimientos de su vida que se suceden parecen perfectamente legitimados por el carácter de éste, aunque para el resto de habitantes de Ombrosa provengan de la locura.
El futuro Barón de Rondò es un revolucionario, hombre de visión extraordinaria, entiéndase por esto sorprendente y nueva. Vivir en los árboles supone una ventaja de perspectiva. Se ven antes los males y las bondades del statu quo, y se intuyen con más facilidad las soluciones. Calvino nos invita, pues, a abandonar la óptica tradicional y los complejos y adentrarnos sin manías en las soluciones, en nuevos caminos que desemboquen en una vida mejor. Muchos opinan, y yo me incluyo por esta vía de interpretación, que Cosimo representa para Calvino su propia evolución como persona. Italo, profundamente turbado por la invasión de Hungría por la U.R.S.S., abandona la militancia activa en el Partido Comunista y se aleja de sus postulados, algo parecido a lo que realiza Cosimo a lo largo de la novela, sólo que las creencias de su personaje no son tan claras en un inicio y varían con la edad. El formato elegido, un disfraz de comedia ligera, refuerza aún más su mensaje, alejándolo de fórmulas más pesadas y menos eficaces.
2.
Calvino fue el miembro de su familia que se diferenció del resto. Mientras todos en su familia se dedicaron a las ciencias, él se dedicó al arte y a las letras. Quizás el autor se sentía en cierta forma un “barón rampante” y por ello escribió el libro. Para calmar sus demonios personales. Aquellos que tiene todo buen escritor.
No deja de ser interesante también ver en la figura del barón rampante al intelectual que se aparta del mundo y ejerce su crítica del mismo desde lo alto de su posición social. No son pocos los intelectuales de cafetín como suelen ser llamados en mi país que se apartan y se rebelan contra el mundo desde la comodidad de su posición económica. En esos casos la encina en la que está encaramado Cosimo representa el mundo de comodidades de los intelectuales rebeldes de cafetín. Todos ellos vienen de una posición económica holgada y por ello pueden permitirse ciertas rebeldías imposibles para la clase trabajadora. La novela El barón rampante se enriquece un poco más si se le interpreta de esa manera.
Puede verse también:
jueves, 14 de mayo de 2009
La perla, de John Steinbeck
Hemos celebrado la vigésima reunión del club y hemos quedado que, para este tercer año, probaremos algún otro género, además de la novela y la crónica. Poesía, teatro, teatro clásico (por ejemplo, Shakespeare), ciencia (Hawking, Punset), filosofía (Russell), humor (Fernández Flórez)... ¡Ideas no faltan!
El libro de hoy era La perla, de John Steinbeck, un relato cinematográfico, breve, expresivo y emotivo hasta la angustia. Es una novela-perla, un texto perfecto, que se cierra sobre los personajes como una garra implacable para transmitir la idea de que vivimos en un mundo desolador. La gran oportunidad de salir de la miseria se convierte en realidad en una maldición letal para quienes deberían haber sido afortunados; pero el mundo no los perdona, ni sus propios vecinos ni, sobre todo, las diversas formas de un mal anónimo y omnipresente. Solo el hecho de que Steinbeck se pusiera a escribir aun después de pensar eso, y de haber escrito una novela por demás tan cuidada y hermosa como objeto literario, brillan como luces de esperanza en medio de la desolación.
Volveremos el 11 de junio con Italo Calvino y El barón rampante.

Volveremos el 11 de junio con Italo Calvino y El barón rampante.
miércoles, 6 de mayo de 2009
2 años, 20 libros
.
El club está de enhorabuena: el 17 de mayo cumple dos años de su primera reunión. ¿Qué resumen podemos hacer? Hemos leído ya veinte libros en grupo, que probablemente son bastante variados: de literaturas diversas y de extensión y grado de dificultad diversos. Quizá no somos muchos -¿o será que, como nos gustaría ser más, siempre estaremos insatisfechos con eso?-, pero sí somos lectores fieles, y cuando a alguien un cambio de horario lo ha obligado a prescindir de nuestros jueves de libros, lo lleva como una espina. También recordamos que fue difícil comenzar, incluso muy difícil -hubo años malos para la cultura local, sin entrar en detalles que no vienen al caso-, pero ahora que somos un tren en marcha, nada nos va a parar, porque... ¡Nos gusta leer!
El club está de enhorabuena: el 17 de mayo cumple dos años de su primera reunión. ¿Qué resumen podemos hacer? Hemos leído ya veinte libros en grupo, que probablemente son bastante variados: de literaturas diversas y de extensión y grado de dificultad diversos. Quizá no somos muchos -¿o será que, como nos gustaría ser más, siempre estaremos insatisfechos con eso?-, pero sí somos lectores fieles, y cuando a alguien un cambio de horario lo ha obligado a prescindir de nuestros jueves de libros, lo lleva como una espina. También recordamos que fue difícil comenzar, incluso muy difícil -hubo años malos para la cultura local, sin entrar en detalles que no vienen al caso-, pero ahora que somos un tren en marcha, nada nos va a parar, porque... ¡Nos gusta leer!
sábado, 2 de mayo de 2009
Encuentro regional de clubes de lectura
.
Este año, el encuentro de los clubes de lectura no será provincial, sino regional. Se celebra el próximo 13 de junio y, si todo va bien, habrá un grupo de lectores de Socovos.
Podéis obtener más información en el blog de la biblioteca de Pozo Cañada o en el sitio web del encuentro.
Este año, el encuentro de los clubes de lectura no será provincial, sino regional. Se celebra el próximo 13 de junio y, si todo va bien, habrá un grupo de lectores de Socovos.
Podéis obtener más información en el blog de la biblioteca de Pozo Cañada o en el sitio web del encuentro.
miércoles, 29 de abril de 2009
Donna Leon
Donna Leon (Wikipedia), escritora estadounidense que reside en Venecia, se ha convertido en una de las más populares autoras de novela negra, gracias al personaje del comisario Brunetti. Una de las características de sus novelas es que los protagonistas se esfuerzan por disfrutar en lo posible de la vida, como hacía también Carvalho, pero a diferencia de otros policías de vida más negra, como la Salander de Larsson o la Millhone de Sue Grafton.
La página web de la autora en español me parece un buen ejemplo de página editorial correcta: incluye mucha información sobre sus obras y un útil mapa de Venecia en el que se sitúan con claridad los diversos acontecimientos principales de las novelas.
La página web de la autora en español me parece un buen ejemplo de página editorial correcta: incluye mucha información sobre sus obras y un útil mapa de Venecia en el que se sitúan con claridad los diversos acontecimientos principales de las novelas.
domingo, 19 de abril de 2009
El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon
Mark Haddon logró con este libro un éxito internacional sobre el que vale la pena pararse a pensar. No es un libro de héroe clásico, ni de aventuras o conspiraciones, ni de intriga cinematográfica; tampoco es poético en el sentido tradicional de la palabra. En realidad, es un texto lento, como corresponde a su protagonista, que razona con lentitud. Pero es un libro que, guste o no, vale la pena leer. ¿Por qué?
El mérito, a mi modo de ver, radica en dos virtudes propiamente literarias: la elección del personaje y la del punto de vista (o foco). Primero, se crea un personaje especial, con cierto grado de «deficiencia», atípico en cuanto protagonista de una novela. Pero es singular, tiene ideas que nos sorprenden, algunas que nos iluminan; y sus capacidades no son las mayoritarias, pero en ningún caso (según vamos descubriendo) es incapaz.
El segundo aspecto, una vez tenemos al personaje, es el que corresponde a preguntas como: ¿Quién cuenta la historia? y ¿Quién la ve? (¿A través de qué ojos y qué cabeza vemos lo que ocurre?). Al ceder la palabra a un protagonista atípico, la historia se convierte en atípica y nos sorprende: no sabíamos que el mundo se podía ver así.
Por último, centrar el foco (este concepto viene de la fotografía, y hay que entenderlo como un foco que a la vez que emite luz, deja otras zonas en sombra) en una sola persona es un recurso clásico de la novela de detectives. Así, el narrador no lo sabe todo y lo podemos ir descubriendo de su mano, a medida que avanza la novela; lo acompañamos, muy literalmente.
Al terminar el libro, nos encontramos con que hemos hecho compañía a un ser de mucha humanidad al que llegamos a querer. Y como es una historia de esfuerzo y superación, probablemente, lo acabemos con una sonrisa y con la posibilidad de ser más pacientes ante los que no son como la mayoría.
El mérito, a mi modo de ver, radica en dos virtudes propiamente literarias: la elección del personaje y la del punto de vista (o foco). Primero, se crea un personaje especial, con cierto grado de «deficiencia», atípico en cuanto protagonista de una novela. Pero es singular, tiene ideas que nos sorprenden, algunas que nos iluminan; y sus capacidades no son las mayoritarias, pero en ningún caso (según vamos descubriendo) es incapaz.
El segundo aspecto, una vez tenemos al personaje, es el que corresponde a preguntas como: ¿Quién cuenta la historia? y ¿Quién la ve? (¿A través de qué ojos y qué cabeza vemos lo que ocurre?). Al ceder la palabra a un protagonista atípico, la historia se convierte en atípica y nos sorprende: no sabíamos que el mundo se podía ver así.
Por último, centrar el foco (este concepto viene de la fotografía, y hay que entenderlo como un foco que a la vez que emite luz, deja otras zonas en sombra) en una sola persona es un recurso clásico de la novela de detectives. Así, el narrador no lo sabe todo y lo podemos ir descubriendo de su mano, a medida que avanza la novela; lo acompañamos, muy literalmente.
Al terminar el libro, nos encontramos con que hemos hecho compañía a un ser de mucha humanidad al que llegamos a querer. Y como es una historia de esfuerzo y superación, probablemente, lo acabemos con una sonrisa y con la posibilidad de ser más pacientes ante los que no son como la mayoría.
martes, 10 de febrero de 2009
La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza
Nuestro primer "mamotreto" será La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza; no hemos leído hasta ahora ningún libro tan extenso. Pero con cerca de veinte libros leídos y una asistencia consolidada, nos vemos con ánimo de más. No haremos sesión intermedia; tenemos cerca de un mes para sus cerca de 500 páginas de letra muy condensada.
Es uno de los libros principales de Mendoza, y ha dejado huella clara, por ejemplo, en el superventas La sombra del viento. Esta es la sinopsis de la página del autor:
Pero es de esos libros donde el resumen importa poco, pues la gracia está mucho más en el cómo se cuenta que en el qué se nos cuenta. Margarita Garbisu ha estudiado uno de los aspectos de su construcción: el juego de realidad y ficción. Por su parte, Eduardo Ruiz Tosaus ha estudiado la manipulación histórica en esta novela que cubre de ironía muchos pasajes y juega a no dejar claros los límites de su veracidad.
Es uno de los libros principales de Mendoza, y ha dejado huella clara, por ejemplo, en el superventas La sombra del viento. Esta es la sinopsis de la página del autor:
En 1887, Onofre Bouvila, un joven campesino arruinado, llega a la gran ciudad que todavía no lo es, Barcelona, y encuentra su primer trabajo como repartidor de panfletos anarquistas entre los obreros que trabajan en la Exposición Universal del año siguiente. El lector deberá seguir la espectacular historia del ascenso de Bouvila, que lo llevará a convertirse en uno de los hombres más ricos e influyentes del país con métodos no del todo ortodoxos.
Pero es de esos libros donde el resumen importa poco, pues la gracia está mucho más en el cómo se cuenta que en el qué se nos cuenta. Margarita Garbisu ha estudiado uno de los aspectos de su construcción: el juego de realidad y ficción. Por su parte, Eduardo Ruiz Tosaus ha estudiado la manipulación histórica en esta novela que cubre de ironía muchos pasajes y juega a no dejar claros los límites de su veracidad.
jueves, 5 de febrero de 2009
Sue Grafton
Sue Grafton tiene toda una serie de novelas negras que protagoniza la detective Kinsey Millhone y se caracterizan por llevar títulos con letras: A is for Alibi, B is for Burglar, C is for Corpse, en la edición original; A de adulterio, B de bestias, C de cadáver, en la edición española de Tusquets, que se ve obligada a adaptar en más de un caso. Grafton va actualmente por la letra T (T is for Trespass, T de trampa).
En este enlace puede leerse una entrevista con la autora, celebrada en el marco de la Semana Negra de Barcelona.
En este enlace puede leerse una entrevista con la autora, celebrada en el marco de la Semana Negra de Barcelona.
Sobre Réquiem por un campesino español
A mi parecer, la obra más cerrada y acabada de Sender es una novelita corta, Réquiem por un campesino español (Mosén Millán, 1953, en su primera edición). Libro sencillo, expresivo y conmovedor, relata, más allá de panfletarismos o partidismos, la historia de un sacerdote, el cual, queriendo salvar a un joven del pueblo en los comienzos de la guerra, no consigue evitar la ejecución. Llena de verdad humana, la narración del drama sobrecoge por su ajustado realismo, por la eficacia de sus símbolos y por el profundo conocimiento de los mecanismos de conciencia, puesto de manifiesto a través de la evocación del sacerdote.
Santos Sanz Villanueva, en Historia de la literatura española 6/2, ed. Ariel.
sábado, 31 de enero de 2009
Réquiem por un campesino español
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El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem. La sacristía olía a incienso. En un rincón había un fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las hojas estaban muy secas, y parecían de metal. Al pasar cerca, Mosén Millán evitaba rozarlas porque se desprendían y caían al suelo.
Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco. La sacristía tenía dos ventanas que daban al pequeño huerto de la abadía. Llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes.
Alguien barría furiosamente, y se oía la escoba seca contra las piedras, y una voz que llamaba
-María... Marieta...
Cerca de la ventana entreabierta un saltamontes atrapado entre las ramitas de un arbusto trataba de escapar, y se agitaba desesperadamente. Más lejos, hacia la plaza, relinchaba un potro. «Ese debe ser -pensó Mosén Millán- el potro de Paco el del Molino, que anda, como siempre, suelto por el pueblo.» El cura seguía pensando que aquel potro, por las calles, era una alusión constante a Paco y al recuerdo de su desdicha.
Con los codos en los brazos del sillón y las manos cruzadas sobre la casulla negra bordada de oro, seguía rezando. Cincuenta y un años repitiendo aquellas oraciones habían creado un automatismo que le permitía poner el pensamiento en otra parte sin dejar de rezar. Y su imaginación vagaba por el pueblo. Esperaba que los parientes del difunto acudirían. Estaba seguro de que irían -no podían menos- tratándose de una misa de réquiem, aunque la decía sin que nadie se la hubiera encargado. También esperaba Mosén Millán que fueran los amigos del difunto. Pero esto hacía dudar al cura. Casi toda la aldea había sido amiga de Paco, menos las dos familias más pudientes: don Valeriano y don Gumersindo. La tercera familia rica, la del señor Cástulo Pérez, no era ni amiga ni enemiga.
El monaguillo entraba, tomaba una campana que había en un rincón, y sujetando el badajo para que no sonara, iba a salir cuando Mosén Millán le preguntó:
-¿Han venido los parientes?
-¿Qué parientes? -preguntó a su vez el monaguillo.
-No seas bobo. ¿No te acuerdas de Paco el del Molino?
-Ah, sí, señor. Pero no se ve a nadie en la iglesia, todavía.
El chico salió otra vez al presbiterio pensando en Paco el del Molino. ¿No había de recordarlo? Lo vio morir, y después de su muerte la gente sacó un romance. El monaguillo sabía algunos trozos:
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El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem. La sacristía olía a incienso. En un rincón había un fajo de ramitas de olivo de las que habían sobrado el Domingo de Ramos. Las hojas estaban muy secas, y parecían de metal. Al pasar cerca, Mosén Millán evitaba rozarlas porque se desprendían y caían al suelo.
Iba y venía el monaguillo con su roquete blanco. La sacristía tenía dos ventanas que daban al pequeño huerto de la abadía. Llegaban del otro lado de los cristales rumores humildes.
Alguien barría furiosamente, y se oía la escoba seca contra las piedras, y una voz que llamaba
-María... Marieta...
Cerca de la ventana entreabierta un saltamontes atrapado entre las ramitas de un arbusto trataba de escapar, y se agitaba desesperadamente. Más lejos, hacia la plaza, relinchaba un potro. «Ese debe ser -pensó Mosén Millán- el potro de Paco el del Molino, que anda, como siempre, suelto por el pueblo.» El cura seguía pensando que aquel potro, por las calles, era una alusión constante a Paco y al recuerdo de su desdicha.
Con los codos en los brazos del sillón y las manos cruzadas sobre la casulla negra bordada de oro, seguía rezando. Cincuenta y un años repitiendo aquellas oraciones habían creado un automatismo que le permitía poner el pensamiento en otra parte sin dejar de rezar. Y su imaginación vagaba por el pueblo. Esperaba que los parientes del difunto acudirían. Estaba seguro de que irían -no podían menos- tratándose de una misa de réquiem, aunque la decía sin que nadie se la hubiera encargado. También esperaba Mosén Millán que fueran los amigos del difunto. Pero esto hacía dudar al cura. Casi toda la aldea había sido amiga de Paco, menos las dos familias más pudientes: don Valeriano y don Gumersindo. La tercera familia rica, la del señor Cástulo Pérez, no era ni amiga ni enemiga.
El monaguillo entraba, tomaba una campana que había en un rincón, y sujetando el badajo para que no sonara, iba a salir cuando Mosén Millán le preguntó:
-¿Han venido los parientes?
-¿Qué parientes? -preguntó a su vez el monaguillo.
-No seas bobo. ¿No te acuerdas de Paco el del Molino?
-Ah, sí, señor. Pero no se ve a nadie en la iglesia, todavía.
El chico salió otra vez al presbiterio pensando en Paco el del Molino. ¿No había de recordarlo? Lo vio morir, y después de su muerte la gente sacó un romance. El monaguillo sabía algunos trozos:
Ahí va Paco el del Molino,
que ya ha sido sentenciado,
y que llora por su vida
camino del camposanto.
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viernes, 17 de octubre de 2008
Celebrada la primera reunión del nuevo curso y enlace sobre la feria de Fráncfort
Hemos cargado las pilas entre agosto y septiembre y la primera reunión del nuevo "curso" (en el sentido cronológico, porque en el club no se imparten clases, solo se comparten impresiones y opiniones) ha sido multitudinaria, larguísima y apasionada. Un lujo.
Por otro lado, en estas fechas se celebra la feria del libro de Fráncfort, la más importante desde el punto de vista del negocio editorial. Sergio Vila-Sanjuán cuenta en La Vanguardia que Uwe Tellkamp ha recibido un premio importante por una novela que retrata la vida de la burguesía culta en tiempos de la dictadura de la RDA; como en tantas ocasiones, la literatura se fija mucho en las situaciones de luces y sombras, más que en las de blanco y negro. También habla de varios contratos y anticipa que China, la gran potencia emergente, será la invitada de honor de 2009. Una cita:
Por otro lado, en estas fechas se celebra la feria del libro de Fráncfort, la más importante desde el punto de vista del negocio editorial. Sergio Vila-Sanjuán cuenta en La Vanguardia que Uwe Tellkamp ha recibido un premio importante por una novela que retrata la vida de la burguesía culta en tiempos de la dictadura de la RDA; como en tantas ocasiones, la literatura se fija mucho en las situaciones de luces y sombras, más que en las de blanco y negro. También habla de varios contratos y anticipa que China, la gran potencia emergente, será la invitada de honor de 2009. Una cita:
En su año triunfal, China también ha tenido visibilidad en Frankfurt. Ayer se presentó como invitada de honor del año 2009. En 30 años China ha quintuplicado el número de sus editoriales oficiales (de 105 a 573). En el país se publican actualmente 230.000 títulos al año, con 6.400 millones de ejemplares de tirada. Aunque aún muy intervenido estatalmente tanto desde el punto de vista industrial como por la censura, el mundo del libro chino está abriendo sus puertas a la iniciativa privada. Lo hace, sin embargo, de una forma enrevesada, ya que el estado sólo se reconoce a sí mismo como editor, mientras que los editores privados figuran oficialmente como agentes literarios o empresas culturales. Y así consiguen producir unos 30.000 títulos anuales. En cualquier caso China constituye un universo libresco en plena expansión que puede convertirse en un actor importante en los últimos años.
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sábado, 11 de octubre de 2008
Ernest Hemingway

Después de un clásico de la novela española de posguerra, como Torrente Ballester, leeremos un clásico estadounidense de la primera mitad del siglo XX, de la gran generación de escritores que revolucionó el panorama literario internacional, junto con Dos Passos o Faulkner. De momento hemos elegido a Hemingway por ser el más accesible y (aunque no en este libro) el más próximo a España.
Hemingway, periodista y novelista, escribió muchos títulos que se han hecho famosos: Fiesta (1925), Adiós a las armas (1929), Por quién doblan las campanas (1940) y el que leeremos en esta ocasión: El viejo y el mar (1952). En 1954 recibió el premio Nobel.
El viejo y el mar narra la lucha de Santiago, un pescador cubano envejecido y pobre, con un enorme pez (similar a un pez espada). Se cuenta que se inspiró en un pescador de origen canario, llamado Goyo Fuentes. Suele decirse que es una lucha épica, en el sentido de durísima y a muerte: el pez morirá devorado por los tiburones, lo que sin duda no satisface a ninguna de las dos partes. (La épica, en su sentido estricto, es el género que va de la Iliada y la Odisea de Homero, a la Eneida latina, el Cid y el Roldán medievales y, ya menos conocidas, las imitaciones del Renacimiento.) De ahí la impresión de castigo del destino que puede provocar la novela y la enorme intensidad de su breve centenar de páginas.
Probablemente leamos más adelante otra historia breve de ambientación marina y un escritor más o menos coetáneo: La perla, de Steinbeck.
La reunión sobre Hemingway la celebraremos el jueves 6 de noviembre.
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viernes, 26 de septiembre de 2008
Novela y realismo
En una charla reciente con Antonio salió el tema del realismo y de la clase de personajes de los que se ocupa la novela. Hoy, casualmente, veo una nota de prensa que recoge una conversación con el filólogo Francisco Rico y aborda el mismo tema (con más detalle, claro, y con una perspectiva histórica más asociada a la literatura de los siglos de oro españoles).
Nota completa
"Desde los griegos, el objeto del artista es la realidad, pero no la que tenemos ante los ojos, sino la ideal". Los personajes, además, debían ser tratados según su condición social. A un personaje alto correspondía un estilo trágico. A uno bajo, uno cómico. Los pobres sólo podían protagonizar las comedias. "Contra eso llegan La Celestina, con personajes bajos que viven pasiones trágicas, el Lazarillo, que se burla de todo lo que no sea el pequeño mundo del protagonista, y El Quijote, que enfrenta la historia y la poesía". Para Rico, una frase de Victor Hugo resume el estado de la cuestión hasta entonces: "¿Cuándo se ha visto a un rey que pregunte 'qué hora es'?". Y añade: "Una palabra como jarro era impronunciable en un ambiente elevado. Y El Quijote está lleno de jarros".
Nota completa
martes, 23 de septiembre de 2008
La saga/fuga de J. B., de Gonzalo Torrente Ballester
En la entrada anterior os hablaba de Torrente Ballester en general; ahora quiero dejar un pasaje de su obra más innovadora y curiosa, la ya citada La saga/fuga de J. B.
Como veréis, el enfoque literario es muy distinto al de la novela clásica: aquí no hay aventuras ni hondura psicológica, sino (en este pasaje en concreto) una parodia tanto del ensayo literario como del género los poemas amorosos, y un juego rítmico estupendo, divertido, pero absurdo de raíz. Los límites de esta forma de escribir son claros, dado que la capacidad de sorpresa de todo lector es limitada; pero aun así, el libro vale la pena, es refrescante. Son las pp. 202-203 (edición de bolsillo de 1985).
Como veréis, el enfoque literario es muy distinto al de la novela clásica: aquí no hay aventuras ni hondura psicológica, sino (en este pasaje en concreto) una parodia tanto del ensayo literario como del género los poemas amorosos, y un juego rítmico estupendo, divertido, pero absurdo de raíz. Los límites de esta forma de escribir son claros, dado que la capacidad de sorpresa de todo lector es limitada; pero aun así, el libro vale la pena, es refrescante. Son las pp. 202-203 (edición de bolsillo de 1985).
En mi balada se cuentan los amores de un tornillo del doce y de una tuerca del siete. La diferencia de calibres hace imposible la plenitud del amor, a menos que uno de ellos se sacrifique, y, o se haga del siete el tornillo, o del doce la tuerca. La situación se expone en tres estrofas. La cuarta y la quinta contienen el comienzo de la disputa. Al empezar la sexta, la tuerca, a quien corresponde el uso de la palabra, repite el primer verso de la cuarta, con terquedad femenina, escasez de imaginación y pobreza dialéctica: y, entonces, ese primer verso arrastra los siguientes, y así se inicia el círculo infernal de la repetición indefinida, de modo que el poema carece, propiamente hablando, de conclusión, y el recitador puede seguir repitiendo las estrofas cuarta y quinta hasta cansarse. En lo cual veo yo, no sólo el índice de la amorosa tragedia del tornillo y la tuerca, sino secretas significaciones de la naturaleza más profunda, en orden, quizás, a la organización cíclica del universo. Contiene además el poema ciertos elementos paralelísticos:
Mátira cóscora látura cal
Torcalirete, Turpolireta,
Lámbita múrcula séxjula ram,
Turpolireta frindela mu gay.
Tórcolo mórmoro blésturo mor
Torcalirete, Turpolireta,
Sóculo mótulo vísculo son,
Torcalirete frindela mu yon.
Mátira múrcula séxjula vim
Torcalirete, Turpolireta,
Sóculo mórmoro látura pil,
Turpolireta gascunda mu lir.
«Lápilo glótulo mínulo tel,
Torcalirete, Turpolireta,
Nímulo rájulo tépilo vel»,
Turpalireta vigunda fri ben.
«Tínito péculo glótulo tu
Torcalirete, Turpolireta,
Rátulo cáncayo límulo su»,
Torcalirete gascunda fri gum.
«Lépilo glótulo mínulo tel,
Torcalirete, Turpolireta,
Nímulo rájulo tépilo vel»,
Turpalireta vigunda fri ben.
«Tínito péculo glótulo tu...
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Gonzalo Torrente Ballester
Gonzalo Torrente Ballester (1910-99; Wikipedia) es un escritor polifacético. Entre su obra, que no interrumpió en su larga vida, hay entre otros géneros teatro, textos de crítica literaria muy particulares e innovadores (El Quijote como juego) y novelas de corte muy variado.
Los gozos y las sombras (1957-62; Wikipedia) es su novela más conocida, pero la fama es caprichosa: lo fue sobre todo a partir de la adaptación televisiva. Es una obra clásica, muy extensa, en cierta manera parecida a las novelas del siglo XIX, como La Regenta, con gran interés por la profundidad psicológica. Sin embargo, el autor realizó también experimentos muy curiosos, que vale la pena leer, aunque en ningún caso son fáciles: quizá el más notable sea La saga/fuga de J. B. (1972). Es una obra caprichosa, rica de vocabulario, difícil de comprender, ante todo lúdica en su concepción y su estructura.
En el Club vamos a leer la Crónica del rey pasmado, una novela burlona de la última época del autor, breve e irónica. Hubo adaptación cinematográfica: El rey pasmado, con Gabino Diego como Felipe IV.
La primera reunión posterior a las vacaciones será el jueves 16 de octubre, a partir de las 20.00, como de costumbre en la Biblioteca Municipal.
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Los gozos y las sombras (1957-62; Wikipedia) es su novela más conocida, pero la fama es caprichosa: lo fue sobre todo a partir de la adaptación televisiva. Es una obra clásica, muy extensa, en cierta manera parecida a las novelas del siglo XIX, como La Regenta, con gran interés por la profundidad psicológica. Sin embargo, el autor realizó también experimentos muy curiosos, que vale la pena leer, aunque en ningún caso son fáciles: quizá el más notable sea La saga/fuga de J. B. (1972). Es una obra caprichosa, rica de vocabulario, difícil de comprender, ante todo lúdica en su concepción y su estructura.
En el Club vamos a leer la Crónica del rey pasmado, una novela burlona de la última época del autor, breve e irónica. Hubo adaptación cinematográfica: El rey pasmado, con Gabino Diego como Felipe IV.
La primera reunión posterior a las vacaciones será el jueves 16 de octubre, a partir de las 20.00, como de costumbre en la Biblioteca Municipal.
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lunes, 22 de septiembre de 2008
Jane Austen, Orgullo y prejuicio

En nuestro club también iremos dando cabida a algunos libros del siglo XIX, porque forman parte de la historia de la literatura que hallamos en las mesas de novedades más recientes. Si no leemos el pasado, podría ocurrir que valorásemos el acierto de meras copias como si se tratara de grandes obras originales. Aunque esto suena algo más grandilocuente de lo que es en realidad: nos interesa disfrutar de la lectura, no ser espadachines que hagan justicia.
Esta curiosidad nos llevó a cerrar el curso anterior con Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Aquí se produjo una división algo anticipada por Como agua para chocolate, pero más marcada aún: a casi todos los lectores varones que asistieron (el que esto escribe es la única excepción), les pareció un libro esencialmente aburrido y una traducción pesada. Por el contrario, a las lectoras del club, que por otro lado son mayoría, les dio para comentar y reír sin parar.
A mi juicio, Austen es sobre todo una maestra del retrato psicológico y la ironía, que selecciona muy bien su vocabulario para transmitir matices sobre la personalidad (algo que sin duda, no siempre se refleja bien en las traducciones). Junto con otras autoras, abrió una nueva esfera de atención para la novela, sin la cual probablemente no tendríamos la novela contemporánea tal como la conocemos. Existen varias adaptaciones cinematográficas de sus novelas, entre las que sobresale, quizá, Sentido y sensibilidad.
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