domingo, 30 de marzo de 2008

"Eduardo Mendoza, humor satiricón", por José María Pozuelo Yvancos

Con la publicación de la última novela de Mendoza, es fácil encontrar críticas y entrevistas. Por ejemplo, esta conversación con Savater en Babelia. Copio aquí una reseña del filólogo y crítico Pozuelo Yvancos, publicada en ABCD.

Pocas alianzas dan mejor resultado en literatura que el humor y la inteligencia, si es que no son contiguos. Pero ocurre que el humor, que estuvo ligado a la literatura clásica como un ingrediente fuerte de su escritura narrativa (pensemos en el Satiricón de Petronio o El buscón de Quevedo), poco a poco ha ido alejándose de la novela, para venir a refugiarse en otros géneros.

Si se repasa la producción novelística española de los últimos veinte años, pocas novelas memorables vienen a la cabeza que lo hayan tenido como ingrediente fundamental. Lo fue en el Luis Mateo Díez de La fuente de la edad, y lo está siendo en Mendoza, autor de su misma generación, puesto que son varias las novelas humorísticas que ha escrito, hasta configurar la cómica una veta fundamental de su imaginario, al menos desde la estupenda Sin noticias de Gurb (1991). Y cito ese antecedente porque en El asombroso viaje de Pomponio Flato vuelve Mendoza a la calidad mostrada en aquel libro, que otros intentos posteriores no habían alcanzado. De hecho, considero que esta última novela se contará entre las mejores de las suyas. Como la de Luis Mateo Díez, la de Mendoza arranca de la búsqueda de una fuente milagrosa.

En la época de Augusto. He citado el Satiricón de Petronio porque es la novela con la que más dialoga. Lo hace por un lado en su sátira de las costumbres. Aparece, por ejemplo, un trasunto de Trimalción, en la persona del rico Epulón, que comparte con el personaje de Petronio el haberse enriquecido con la especulación urbanística con tintes políticos (¡oh, tiempos, oh, costumbres de siempre!). También coinciden en la ambientación de época, puesto que ambas están situadas en el Imperio Romano, en la época fundacional de Augusto. La variación es que en la de Mendoza la acción transcurre en Nazaret y junto al protagonista, Pomponio Flato, un curioso patricio romano, filólogo y filósofo naturalista, aparecen los personajes de los Evangelios, cuyas historias son traídas a esta novela como fondo recreado en muchas de sus anécdotas.

Vemos a Herodes, al rico Epulón y al pobre Lázaro, que comía las migajas de su mesa; vemos a Barrabás antes de ser tal, cuando se llamaba Teo Balas; y a los escribas y fariseos. Y por supuesto, a María, José y el joven Jesús, quien cobra la dimensión de ayudante de Pomponio en la investigación del crimen del rico Epulón, del que ha resultado acusado José el Carpintero, su padre putativo.

Mitos fundadores. En tan breve resumen, se ve que el hilo conductor de la novela de Mendoza es una trama de novela criminal, puesto que se trata de una investigación llevada por tan singular pareja. De manera que la novela se comporta como un eficaz dispositivo de intriga, pero no agota en ello su interés, ni mucho menos. Lo más interesante de ella me ha parecido la manera de integrar la cultura en la trama. Como quien no quiere la cosa, esta novela es una parodia de los mitos fundadores de la cultura occidental, en una mezcla que va desde lo griego-romano a lo palestino-judío.

La parodia de Mendoza está llena de lugares que el lector conoce porque forman parte de su propia mitología. Solo que convocados de modo antiheroico. En el Belén que de niños montábamos, junto a la Sagrada Familia, los Reyes Magos, las lavanderas, aguadores o pastores, era inevitable también la figurilla del hombre cagando, que de modo no casual ubica Mendoza en la página 74 de su novela, tras haber hecho un tópico repaso de las otras consabidas.

La clave fundamental de la obra reside en una lectura inteligente, irónica y agnóstica sobre la construcción de los imaginarios míticos, que se ven aquí sometidos a un código de reducción enormemente sagaz, en el que predomina la ironía sobre la caricatura, si bien constituyendo ambos nutrientes parejos de la novela. Por cierto que, como Bajtin demostró, lo carnavalesco y la sátira menipea eran estirpes fundadoras de la tradición novelística europea. Mendoza los recupera con una mezcla de humor en el que conviven lo popular y sus hábitos carnavalescos con la parodia culta, ya que las referencias históricas (también las pseudo) y, sobre todo, literarias son una constante. Conviven mitos grecolatinos (Orfeo, Ulises, Alcetis) y dioses (el rubicundo Apolo, la Aurora de rosados dedos) con mitos contemporáneos, porque hasta Ben-Hur aparece, gran aficionado a la carreras de cuádrigas, y la fundamental mitología que ha configurado el imaginario cristiano.

Un singular belén. Encontramos guiños paródicos constantes en el lenguaje, lo mismo por el uso de los nombres, comenzando por el problema de incontinencia que persigue a Pomponio Flato, hasta en cien situaciones ridículas. Finalmente todos vienen a ocupar su lugar en este singular belén de Mendoza.

Junto a la risa, arrancada lo mismo del ingenioso juego verbal que de las anécdotas hilarantes (por ejemplo, Publio en el caldarium o la negociación con Lázaro), hay reflexiones estoicas sobre la vanidad de las aspiraciones, sobre los sueños y quimeras, o la ambición como nutriente de la conducta humana.

Como en los buenos cervantinos (Mendoza es el que mejor sigue a Cervantes en el instinto paródico), se hace aquí literatura sobre la literatura pseudohistórica actual y sus tramas concentradas en enigmas ocultos. Late en el fondo, como se ve en la reflexión final del protagonista, la pregunta sobre la manera en que la cultura se comporta como una sabia sucesión de mitos que se han ido montando sobre los anteriores, a la búsqueda del sentido, del elixir que proporcione esa desconocida inmortalidad frente a la que se enfrenta, inteligente, escéptica y sardónica, la sonrisa de Eduardo Mendoza.

lunes, 24 de marzo de 2008

George Orwell, 1984

George Orwell (1903-1950) fue un escritor y periodista británico, especialmente conocido por sus novelas antitotalitarias: 1984 y Rebelión en la granja. Son novelas que marcaron el pensamiento del siglo XX en torno de las dictaduras, con imágenes todavía hoy muy conocidas y vigentes, como la del ojo que todo lo vigila (Big Brother is watching you, El Gran Hermano te vigila). Con el uso cada vez más extendido de cámaras de vigilancia, en los bancos, pero también en las calles de muchas ciudades, puede decirse que son novelas cuya inspiración se ha visto confirmada por la realidad.

Más en concreto, 1984 forma parte del género de las antiutopías o distopías: una utopía negativa. Utopía es una palabra de origen griego que se refiere a un lugar que no existe y suele describir un mundo ideal. La usaba en el Renacimiento Tomás Moro (Wikipedia), cuando se desarrolló asimismo la idea de la Arcadia pastoril; un libro tan conocido como Los viajes de Gulliver juega con varios mundos utópicos y falsamente utópicos, sobre todo en las secciones finales del libro, con los yahoos y los houyhnhnm (caballos racionales). El género cobra especial auge con el socialismo del siglo XIX, en el que hay toda una rama de escritores utópicos, que imaginaron diversos falansterios o icarias. En el siglo XX, otra distopía muy famosa es Un mundo feliz, de Aldous Huxley (Wikipedia). Hay que recordar que Orwell escribe justo después de la segunda guerra mundial; 1984 se sitúa, por lo tanto, en el futuro (no en el pasado, como puede parecer hoy).

Uno de los conceptos más fructíferos del libro es el de la neolengua (newspeak). Pero en general, hay un gran trabajo literario en la creación de nombres que transmiten el clima irrespirable de la novela: las Casas de la Victoria (y los Cigarrillos o la Ginebra de la Victoria), los Dos Minutos de Odio y la Semana del Odio, la Policía del Pensamiento...

Se decía que el Ministerio de la Verdad tenía tres mil habitaciones sobre el nivel del suelo y las correspondientes ramificaciones en el subsuelo. En Londres sólo había otros tres edificios del mismo aspecto y tamaño. Éstos aplastaban de tal manera la arquitectura de los alrededores que desde el techo de las Casas de la Victoria se podían distinguir, a la vez, los cuatro edificios. En ellos estaban instalados los cuatro Ministerios entre los cuales se dividía todo el sistema gubernamental. El Ministerio de la Verdad (Miniver, en neolengua), que se dedicaba a las noticias, a los espectáculos, la educación y las bellas artes. El Ministerio de la Paz (Minipax), para los asuntos de guerra. El Ministerio del Amor (Minimor), encargado de mantener la ley y el orden. Y el Ministerio de la Abundancia (Minindancia), al que correspondían los asuntos económicos.
(Destino, col. Áncora y Delfín, n.º 968, p. 12)

domingo, 23 de marzo de 2008

El blog cumple un año


Este blog ha cumplido un año: nació junto con la primavera de 2007. Estos son los libros que hemos leído hasta ahora, pero... ¡pensamos leer muchos más! Desde otros grupos de lectura u otros lectores, ¿qué nos recomendáis?

sábado, 22 de marzo de 2008

Entrevista con Eduardo Mendoza

Dice Eduardo Mendoza:

Soy partidario de la sátira. Por razones extrañas el humor ha estado proscrito muchos años. Y es algo que no entiendo. La literatura siempre ha tenido un importante apoyo en el humor, lo tuvo en el Quijote, en la picaresca, en Diderot, en Voltaire. Luego en el XIX les dio por la literatura dramática. Pero el humor reaparece en el siglo XX con Kafka, Joyce, Bernhard. Y, con todo eso, aún queda el resabio de que el humor no es cosa de gran nivel. De modo que se abandona en manos del chiste chocarrero y de los humoristas profesionales. El humor más culto no se prodiga. Soy uno de sus pocos representantes.

Ver la entrevista completa

jueves, 20 de marzo de 2008

Dos guías de lectura sobre Eduardo Mendoza

Os dejo el enlace a dos guías de lectura sobre Eduardo Mendoza, preparadas por la biblioteca de Huelva: La aventura del tocador de señoras y El laberinto de las aceitunas.

lunes, 10 de marzo de 2008

Eduardo Mendoza




Eduardo Mendoza es un escritor polifacético: autor de novelas complejas, como La verdad sobre el caso Savolta, que en 1975 acertó a refrescar las técnicas narrativas de la literatura española; de novelas extensas y ambiciosas, como La ciudad de los prodigios, que recoge todo un periodo de la vida de Barcelona y ha sido la influencia más clara de libros superventas como La sombra del viento; de una obra de teatro, Restauración; y de muchos juegos literarios más o menos lúdicos, desde la brevísima y desternillante Sin noticias de Gurb a las bromas detectivescas y bastante escatológicas de El misterio de la cripta embrujada o El laberinto de las aceitunas, versión moderna de la tradición de la picaresca (Lazarillo de Tormes, el Buscón). Ha sido durante muchos años traductor de la ONU y también profesor universitario de Traducción.

En este enlace, o pulsando en la imagen, encontraréis la página oficial del autor.

Más adelante, es posible que leamos La ciudad de los prodigios. Para el que esto escribe, al menos, es una novela extraordinaria, amena y compleja.

domingo, 9 de marzo de 2008

Escapada, de Justo Navarro

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ESCAPADA

Mira: de pronto en los objetos
más próximos hay fiebre: los tensa como cables.
Son mensajes escuetos
de un papel blanco, inescrutables.

Una luz lisa fosforece
en el aire naranja de la gasolinera.
Es un arpón: si crece,
te perfora los ojos. Cera

fundida: fluye el mediodía.
La muerte nos conmueve con sus sombras chinescas.
morderá su jauría
las nerviaciones de las frescas

hojas de nuestra sangre: claros
perseguidores turbios sin alarma ni faros.

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(De Los nadadores, recogido en Poesía española, 10, ed. Miguel García Posada, Crítica, Barcelona, 1996)

Elogio del 'best seller', por Justo Navarro

Justo Navarro, poeta, novelista y traductor, ha escrito un elogio a contracorriente: el "Elogio del 'best seller'". En nuestro grupo de lectura leemos, por lo general, libros que han encontrado eco pero que cumplen, además, la condición de estar bien escritos. Pero ¿qué es bien escrito? Si un libro llega a tres millones de personas, ¿de verdad se puede decir que está mal escrito? Os dejo la reflexión, publicada originalmente en Babelia, el suplemento cultural de El País:

Hay libros que encantan a mucha gente, y se les llama best sellers, aunque su rasgo esencial quizá sea que permiten a muchos hablar de la misma historia durante el mismo tiempo, contar y comentar el mismo cuento. En estos casos, la pareja que forman el autor y el lector se expande, la intimidad de la lectura se amplía masiva y prodigiosamente. Son lecturas e historias de alcance universal. Imaginemos, con Ken Follett, el robo de un virus mortal en un laboratorio, y mezclémoslo en el tubo de ensayo novelesco con una intriga amorosa, entre la Navidad y la nieve, la reunión familiar y el gansterismo, amenazados por una irreparable contaminación colectiva. O sigamos a Antonio Skármeta en su descubrimiento de la amistad entre un muchacho, cartero, y el viejo poeta, Neruda, que conoce el poder de las palabras para conseguir una novia y para combatir el mal.

Lo más íntimo se funde con aventuras de crímenes y religiones y ciencias enloquecidas. Hay mundos privados y públicos en peligro, catástrofes personales y universales, héroes de la antigüedad y de la inmediata realidad diaria. Michael Crichton fantasea a propósito del cambio climático como si se tratara del renacimiento de los dinosaurios, mientras Helen Fielding y Olivia Goldsmith nos identifican con mujeres humorísticamente irritadas y jamás rendidas. Isabel Allende prueba que la memoria es emocionante, y sus heroínas tienen la fortaleza necesaria para cargar con el pasado de los hombres. El espía Bourne, de Robert Ludlum, es un caso de amnesia, pero lleva el pasado injerto en el cuerpo bajo forma de microfilme. La actualidad y la antigüedad caben en la misma habitación: el África de John Le Carré y la China vista con ojos romanos del siglo III de Valerio Massimo Manfredi. Pasado y presente son una sola fábula, y Julia Navarro cuenta una historia en la que se reúnen el bíblico Abraham, los campos de concentración nazis, la guerra de Irak, la arqueología y el tráfico de obras de arte.

Lo fantástico se supone realidad, y al revés. Robert Louis Stevenson decía que, cuando en una novela encontraba algo verdaderamente increíble, lo creía inmediatamente real. Pero estamos hablando de amor, lealtad, traición, venganza y redención. Hablamos del destino, en este momento y siempre. Rememoramos un pasado catastrófico que, superado o enterrado, nos encaminó hacia un futuro catastrófico que posiblemente también merezca salvación. Las historias de estos libros, compartidas por muchos, se salen de las páginas, se transforman en cine, televisión, música, programas turísticos, videojuegos, modas, vida.

Una lectora me decía que contar juntos el mismo cuento se parece a cantar juntos en un estadio. El premio Nobel de literatura Orham Pamuk se limita a recorrer su ciudad, Estambul, la vieja Constantinopla, hecha intimidad y memoria, para ir separando los estratos de las ruinas históricas y del recuerdo personal. También en las historias de estos libros multitudinarios encontramos estratos de todas las fábulas que nos hemos transmitido desde siempre para entendernos con el mundo.

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