martes, 15 de enero de 2008

Pere Calders: Ruleta rusa y otros cuentos

Pere Calders (Barcelona, 1912-1994) ha sido uno de los escritores más destacados de la literatura española del siglo XX, con especialización en un género considerado con frecuencia el más difícil de todos: el cuento. Vamos a leer una antología que preparó él mismo para la editorial Anagrama: Ruleta rusa y otros cuentos. Incluye textos de todas sus etapas, en traducción de Joaquín Jordá.

Calders
vivió la difícil época de la posguerra, sobre todo, en el exilio de México. Entre ese factor y el hecho de escribir en catalán, el reconocimiento le llegó muy tarde: no fue hasta 1978, con la representación de Antaviana, del grupo de teatro Dagoll Dagom, con música de Jaume Sisa, y la publicación de su libro más famoso: Invasió subtil i altres contes (Invasión sutil y otros cuentos).

Literariamente, Calders se caracteriza por el uso del humor y el absurdo, y por introducir la magia y lo increíble en la realidad cotidiana. Principalmente, se lo ha integrado dentro del llamado "realismo mágico", aunque en su caso, la influencia no procede del boom latinoamericano de García Márquez y compañía, puesto que su educación literaria, y en buena parte su obra, es anterior. Quim Monzó
—probablemente, el heredero más directo de Calders, en algunos aspectos, y el mejor cuentista catalán vivo— ha escrito, a este respecto: "Leí a Calders después de haberme hinchado de leer a autores sudamericanos y norteamericanos, cuando pensaba que aquí no se hacía nada parecido, porque los escritores seguían la norma de la época: un realismo estricto y casi obligatorio. Me habría gustado descubrirlos [a Calders y a Francesc Trabal] cuando era más joven, cuando era una persona tierna, en período de formación."

Un ejemplo breve y muy claro es "La Hedera Helix", cuento en el que el narrador, al adquirir una hiedra que "la ley impide vender ... sin que el cliente acepte la plena responsabilidad de la compra", termina casi devorado por la trepadora. El final marca muy clara la mezcla de humor y absurdo:

[Mi amiga] vio la inusitada capa de verde y me identificó por la corbata (que sobresalía de la planta). Se me acercó, me amenazó amorosamente con una mano y, valiéndose de aquella voz dulce que tanto me enamoraba, dijo:
¡Baja del árbol, grandullón! ¿No ves que ya no tienes edad para estas cosas?

Calders es heredero de las vanguardias, aunque formalmente, no sea un autor rupturista. En la literatura castellana, sería próximo al humor de preguerra, como el de un Ramón Gómez de la Serna o un Enrique Jardiel Poncela. Utiliza mucho la ironía, que en literatura se define como el recurso de decir lo contrario que se quiere dar a entender. Por eso, en el principio del "Reportaje del monumento de Sonilles", afirma:

Me produce cierto malestar presentarme insistentemente como protagonista de historias inverosímiles. Pese a lo cual confío en conferir a mis confesiones un tono de sinceridad tan grande que la gente se vea obligada a creerme razonablemente verídico.

Técnicamente, Calders destaca por el uso del lenguaje y del punto de vista. ¿Desde dónde se ven las cosas? En sus cuentos hay muchos juegos de perspectiva. Según ha escrito Jaume Aulet: "Entre el lenguaje y el tratamiento del punto de vista narrativo [se nos dan] las pautas para que, una vez se han aceptado las premisas de esta nueva realidad
—y el lector, por tanto, ha entrado en el juego— se logra una verosimilitud interna que, como es lógico, es solo ficticia".

Adolfo Torrecilla ha escrito para Aceprensa una reseña de la reedición de este libro. Vale la pena entresacar unos párrafos:

"En estos relatos, Calders pone en práctica un sentido del humor que sorprende a los lectores por estar asentado en la realidad más inmediata. Como si tal cosa, sin transición, introduce el elemento insólito, que transforma la realidad de manera disparatada. Poco a poco, lo inmediato empieza a distorsionarse y Calders da forma a otra realidad, donde todo es posible. ... En este libro hay numerosos relatos en los que se aprecia cómo Calders disfruta desarmando los mecanismos convencionales, las situaciones tópicas, las lógicas apariencias. Y lleva a cabo su propósito de desmontar la realidad no con personajes excepcionales sino con seres mediocres, rutinarios, indecisos, que aceptan, resignadamente, la irrupción del elemento incomprensible e ilógico. El resultado, sin ponerse trascendente, es el enfrentamiento del hombre con el absurdo.
Para conseguir con acierto esta integración de lo cotidiano y lo fantástico lo suyo es un peculiar realismo mágico sin la irrupción de lo maravilloso se necesita un estilo sereno, razonado, funcional. Y todo ello, con un sentido del humor tierno, irónico y muy poco habitual."

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